Lugares en Medellín que superaron el estigma de violencia.
Sitios de Medellín emblemáticos en temas de violencia o desastres, hoy son espacios símbolo de resiliencia.
Cerrar las heridas sin olvidar lo que las generaron. Recobrar la vida donde parecía extinguirse. Renacer. Volver la mirada arriba y sonreír luego del llanto agobiante. Medellín y su urbanismo, según arquitectos y expertos nacionales e internacionales, lo ha hecho. Ha superado el horror de la tragedia para devolver alegría.
Y es que borrar los estigmas que generaron en un barrio o un edificio el narcotráfico y la guerra urbana, no es sencillo. Requiere, además de una intervención urbana, otra social que tenga como eje la comunidad. Esto es construir colegios, bibliotecas, zonas deportivas y parques que sean punto de encuentro.
Según Alejandro Echeverri, director del Instituto de Estudios Urbanos (Urbam), de Eafit, la resiliencia—este concepto de la sicología sobre la capacidad de una persona para superar circunstancias traumáticas como la muerte de un ser querido—se utiliza también en el tema urbanístico con el fin de significar cómo un espacio físico afectado por hechos de violencia o desastres naturales, logra, de la mano de la comunidad, borrar el estigma que dejó ese suceso.
“Ese proceso ha funcionado en algunos sitios de Medellín, pero depende de las circunstancias del edificio, también del lugar, su localización en la ciudad. Por ejemplo, para que tenga resiliencia, un parque tiene que ser útil para las personas”, dice.
La arquitectura, la disculpa
En un recorrido tras consultar a Echeverri y otros expertos como Margarita Rivera, directora de Gestión Social de la EDU y Eugene Zapata, director Regional de 100 Ciudades Resilientes para América Latina, EL COLOMBIANO seleccionó lugares que fueron afectados por hechos de violencia y desastres naturales y dejaron atrás ese estigma (ver gráfico) para ser hoy espacios de diversión que mejoraron la calidad de vida.
“Esos lugares tenían un sentido trágico, pero la ciudad ha logrado darles hoy una nueva identidad a esos espacios sin tener que borrar lo que fueron”, añade Echeverri.
Pero no solo sitios con pasado violento, lograron recuperarse. También antiguos basureros o asentamientos que colapsaron han recobrado vida, como Villatina, un morro que hace 29 años se desprendió y mató a 562 personas.
“Lo más importante es que los habitantes aprendan de esa experiencia e implementen acciones preventivas. La ladera de Medellín tiene que tener un proceso al que le falta mucho por hacer”, anota Echeverri.
La recuperación de sitios emblemáticos que durante años fueron estigmatizados ha sido liderada, en parte, por la Empresa de Desarrollo Urbano de Medellín (EDU).
En la comuna Popular 1, en barrios como Santo Domingo Savio, a principios del 2000, hicieron una intervención urbana con puentes para que los habitantes cruzaran sectores y senderos peatonales que conjugaban con el metrocable. Esa zona, fue una de las más violentas de Medellín.
Obras para la foto...
Luz María Múnera, concejala de Medellín destaca la importancia de obras que se han realizado en algunas comunas pobres. Pero cuestiona que no se ha contemplado presupuesto para mantenerlas bien, ni tampoco para garantizar la calidad de vida de las personas.
“Son obras que quedan bonitas para la foto, pero no cumplen la labor. Pueden montar los edificios que quieran, pero si no generan empleo digno no se resuelve lo social. En esos barrios, por ejemplo, hay crecimiento exponencial de drogadicción en niños”, enfatiza.
Rivera, de la EDU, cree que el secreto está en dignificar los lugares con obras de calidad y hacer a la comunidad partícipe de la transformación, ayudando en el diseño y creación de los espacios.
“La arquitectura es una disculpa para hacer visible un sitio que estaba estigmatizado y se vuelve atractivo, pues se pone un elemento que conforma territorios”, apunta.
Zapata, experto mexicano en desarrollo urbano de la región, asevera que Medellín ha mostrado fortaleza para superar situaciones difíciles y enfatiza que no se debe ocultar la verdad sobre la violencia e inseguridad o una tragedia natural.
“La ciudad debe aprender a vivir con su historia. Borrar el pasado suele ser un ejercicio artificial. Meter su historia debajo del tapete y como si aquí no hubiera pasado nada, pues al final, tarde o temprano, va a salir”, concluye.