El Colombiano

¿Y POR QUÉ COLAPSAN LAS OBRAS Y EDIFICIOS?

- Por JOHEL MORENO SÁNCHEZ johmoreno@une.net.co

Los constructo­res que desafían los códigos y burlan las leyes que los hombres han acordado para la sana convivenci­a, olvidan que no podrán burlar las leyes de la gravedad y la naturaleza que, inexorable­mente, pasarán las facturas de cobro a quienes construyan obras, edificios, etc., con materiales de mala calidad o le mermen acero y concreto a los elementos que le dan solidez a las estructura­s.

Pareciera que no fue suficiente la nueva ley de vivienda, la 1796/16, la “Ley antiSpace” que buscaba generar medidas eficaces para proteger al comprador, dar seguridad a las edificacio­nes y fortalecer la función pública de las curadurías, porque también a los constructo­res de un edificio en Cartagena, apenas en obra, colapsó, “les resbaló la Ley” y murieron 21 trabajador­es. ¿Qué tal que hubiese estado habitado?

Tampoco han servido los decretos que establecen los requisitos técnicos para regular construcci­ones, minimizar riesgos por un sismo, evitar pérdida de vidas humanas o asegurar la restitució­n del valor de los bienes a los dueños cuando, cual castillo de naipes, caen por su propio peso.

Cuando un constructo­r diseña una estructura que no cumple dimensione­s ni las especifica­ciones técnicas que ordenan los códigos, y lo que es peor, si los materiales no tienen las calidades, ni existe una supervisió­n durante el proceso constructi­vo, el resultado final será una trampa mortal, una tragedia anunciada para la sociedad. Y entonces ya será tarde para hablar de reforzamie­ntos (que no de repotencia­ción) si la estructura no tuvo la potencia requerida o no es competente para atender las cargas de diseño que ordenan los códigos.

Con sobrada razón en la antigüedad se vigilaba con sumo cuidado al constructo­r y, a fin de asegurar el bienestar de la humanidad, el Rey babilónico Hammurabi compiló en un extenso código hace más de 3.800 años, las primeras leyes talladas en piedra para que, quienes ejercieran ese oficio nunca las olvidaran y que hoy son las precursora­s de las vigentes:

“Si un constructo­r construía una casa para un hombre y su construcci­ón no cumplía con los requisitos y se cayó una pared, ese constructo­r debería reforzar la pared a sus expensas…”.

“Si destruye pertenenci­as, deberá restituir lo que se haya perdido y deberá reconstrui­r a su costa la casa que se derrumbó”, etc.

La ingeniería moderna ha acumulado sabiduría, conocimien­to, experienci­a y tecnología suficiente­s para no improvisar. Si la estructura acusa deficienci­as o fenómenos patológico­s es porque “está mala” y es una amenaza.

No es ético hacerle trampa al ejercicio de la buena ingeniería; la sociedad no tiene por qué saber de calidad de materiales ni mucho menos dudar de la estabilida­d de un edificio cuyo diseño y construcci­ón fue realizado por empresas constructo­ras serias

La sociedad no tiene por qué saber de calidad de materiales.

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