El Colombiano

CON DEPORTE SE SANAN LAS HERIDAS DE LA VIOLENCIA

Víctimas del conflicto armado encuentran una salida en la actividad física. Allí desaparece­n las limitacion­es.

- Por DANIEL CARDONA HENAO

Desde cuando Óscar Al

beiro Figueroa, su madre Hermelinda y sus hermanos, decidieron salir de su natal Zaragoza, en el Bajo Cauca antioqueño, huyendo de la violencia que por esa época -cuando él tenía nueve años de edad- azotaba la región, tenían la certeza de que en Cartago, a donde fueron, encontrarí­an una vida mejor.

El ganador de la medalla de oro de la división de los 62 kilogramos del torneo de halterofil­ia (levantamie­nto de pesas) de los pasados Juegos Olímpicos de Río-2016, halló, efectivame­nte, en esas tierras del Valle del Cauca no solo la tranquilid­ad que tanto anhelaba sino un medio de subsistenc­ia en el deporte.

Caso similar protagoniz­ó el ciclista Rigoberto Urán, nacido en Urrao, Antioquia, quien siendo niño perdió a su padre en un hecho de violencia paramilita­r. Y, posteriorm­ente, ofició de ciclista pasajero vendiendo chance.

Ambos eligieron el camino de la disciplina para dejar atrás ese legado de sangre y terror que marcó sus infancias y, a través del deporte, reconcilia­rse con la vida.

Como ellos hay otros que, a pesar de múltiples obstáculos, encontraro­n una motivación para salir adelante con la ayuda de la actividad física.

“Cuando llegan por primera vez a los grupos de trabajo ponen una barrera y se les ve lejos de todo el mundo. Luego, se vuelven sensibles y ven la vida diferente. El deporte les da salud, bienestar y autoestima”, dice Javier López, entrenador del proyecto Sport Power 2 de la Fundación Arcángeles (que desde 2006 ayuda a las personas en situación de discapacid­ad a vincularse al mundo laboral), patrocinad­o por la Embajada de Estados Unidos.

Esta historia incluye testimonio­s de cómo la vida les cambió a tres personajes a partir de la práctica de atletismo, voleibol sentado y goalball.

Una particular­idad en ellos, y que no tienen Figueroa y Urán, es que todos sufrieron una afectación física severa.

Son ellos Jesús María García, desplazado de Ituango que sufrió la pérdida de su visión; José

Alejandro Parra, quien prestaba su servicio militar como escolta de un coronel y perdió sus piernas; y Edis Guillermo Álva

rez, un soldado que pisó una mina antiperson­a en un operativo en el Nudo de Paramillo.

Todos víctimas de un flagelo similar: el de las minas que solo en Antioquia ha dejado 11.470 afectados desde 1990 (el 22% de los casos que se registran en el país), según Pierry

Duván Ramírez, representa­nte de United for Colombia, entidad que rehabilita civiles y miembros de la Fuerza Pública. Ellos hallaron en el deporte una escapatori­a a esos fantasmas

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 ?? FOTO DONALDO ZULUAGA ?? Antioquia, desde 1990, registra 11.470 afectados por minas antiperson­al. Muchas de estas víctimas hallaron en la actividad física una salida para olvidar el conflicto y seguir adelante con sus vidas. Conozca tres historias de superación.
FOTO DONALDO ZULUAGA Antioquia, desde 1990, registra 11.470 afectados por minas antiperson­al. Muchas de estas víctimas hallaron en la actividad física una salida para olvidar el conflicto y seguir adelante con sus vidas. Conozca tres historias de superación.

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