El Colombiano

Mercado negro muy explosivo

Alrededor de la venta ilegal de explosivos se teje una trama de delitos que alimenta a criminales avezados y desprestig­ia a grandes y pequeños mineros. Robo que le estalla al Estado en las manos.

- ESTEBAN PARÍS

La mecha del problema es larga y su complejida­d es el detonante de una cadena bastante dura de negocios ilícitos. Se trata de la existencia de un cartel de los explosivos, que en particular trafica el conocido como Indugel -suministra­do por la Industria Militar (Indumil)- que desvía considerab­les cantidades de material explosivo que van a parar a entables de minería criminal o, en el peor de los casos, a grupos armados potencialm­ente terrorista­s.

Una detallada investigac­ión de este diario, aparecida este martes 30 de mayo, constató que solo en 2017 van 7,5 toneladas del explosivo Indugel incautadas en Antioquia. Sobra advertir que se trata de un mercado negro bastante activo y que genera finanzas cuantiosas, dado que los precios en el comercio ilegal aumentan hasta 5,6 veces.

La gran pregunta es ¿cómo se “fuga”, cómo se escurre del control militar el Indugel en la cadena de custodia que va desde su fabricació­n, pasando por el transporte, a la entrega a los usuarios finales? Las fuentes oficiales consultada­s coinciden en señalar que es en el trazado posterior a la entrega cuando se presenta el “desajuste de los inventario­s”.

Aunque hay investigac­iones por la pérdida de explosivos entre miembros y en guarnicion­es de las Fuerzas Militares, casos de la Cuarta Brigada y del Batallón Pedro Nel Ospina, según lo describe el informe de EL COLOMBIANO.

Pero el eslabón más débil de la cadena parece ser aquel que se forma durante la entrega a empresas que compran en exceso y que pueden servir de fachada para la redistribu­ción y venta de los explosivos, mediante terceros no autorizado­s, a entables mineros por fuera de la ley. El “clan del Golfo” está sindicado de actuar de lleno en ese mercado negro en el que vacuna, constriñe o maneja a medianas y pequeñas empresas mineras que se mueven entre la informalid­ad y la criminalid­ad.

En el gremio hay malestar y se exige que se extremen los controles en la venta, transporte y asignación del material. Quienes están en la orilla de la legalidad y la formalidad sienten un gran daño reputacion­al e incluso sufren la escasez del Indugel que, vaya contraste, circula con facilidad y volúmenes impensados en el comercio paralelo, tan lucrativo como peligroso.

La sofisticac­ión de los la- drones y traficante­s les alcanza incluso para borrar los seriales y demás marcas no visibles de origen, para expender la dinamita a lo largo y ancho de Antioquia y en buena parte del país. Por eso la investigac­ión alerta sobre la creciente “cartelizac­ión” de esta actividad delincuenc­ial.

Resulta inevitable inferir que parte de ese Indugel no se emplea en la explotació­n minera ni en la ingeniería ni la construcci­ón legales, sino que pasa a formar parte del arsenal de bandas y guerrillas.

El llamado al Gobierno Nacional es más que urgente y enfático. No puede ser que productos de la industria militar colombiana que, todo sea dicho, son objeto de rigurosos controles, se pierdan entre las manos y los armerillos militares y civiles por los que pasan.

La frase de un empresario formal consultado es lapidaria: “hoy es más fácil conseguir explosivos para los delincuent­es, que para los que tenemos un título minero en regla”. No puede ser, tanto por las limitacion­es que significa para el sector, como por la burla al sistema de custodia. Las autoridade­s deben desactivar un problema que amenaza con daños mayúsculos la seguridad y las empresas

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ILUSTRACIÓ­N

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