El Colombiano

PEQUEÑAS HISTORIAS (6)

- Por DIEGO ARISTIZÁBA­L desdeelcua­rto@gmail.com

Como suelo hacerlo apenas empiezan las vacaciones, comparto un par de historias que surgen Desde el cuarto:

La luz encendida

Mirar por la ventana es como ir a cine. Exactament­e no recuerdo cuándo las luces encendidas de los cuartos y las salas comenzaron a inquietarm­e. Creo que fue en unas vacaciones de mitad de año cuando no paré de recorrer los teatros del centro para ver cuanta película se proyectara. Al llegar a casa, y cuando tenía fresquitas las imágenes, frases y recuerdos particular­es de cada proyección, me gustaba, con las luces apagadas, asomarme por la ventana y ver cómo transcurrí­a la cotidianid­ad de mis vecinos. Creo que fue esa noche cuando me pareció lindo pensar que en mi posición reservada era un espectador permanente de sucesos que existían siempre y cuando hubiera luz.

Los vecinos siempre tienen algo que contar; por eso los cineastas y los escritores los conocen tan bien, así nunca hablen con ellos. No es absurdo pensar que muchas veces cuando vamos a cine es para ver qué hacen nuestros vecinos, a qué se dedican, qué tan sospechoso­s son, cómo transcurre­n sus vidas cuando se desplazan de un lugar a otro con el fin de ser vecinos de alguien más. Siempre seremos vecinos de alguien. Una ventana indiscreta nunca decepciona, diría Hitchcock, quien tenía ojitos de fisgón.

Al frente tengo pequeñas muestras de cine alemán, francés, italiano, mucho de la- tinoameric­ano y de cine romántico medio cursi. Me gusta vivir en un lugar así porque a diario veo actuacione­s inolvidabl­es que nunca escucharán de mi parte un “¡corte!” alterado. Entre más naturales sean mis vecinos más escenas de colección tendré cuando cierre los ojos y me vaya a soñar con las películas que he visto y con las que veré.

La pecera

En realidad, no sé nada de ella, de él o de ellos. Como si no quisiera ser vista, ser visto o ser vistos, las persianas del tercer piso, un poco al oriente, permanecen cerradas todos los días. No se abren ni siquiera al amanecer. En ocasiones, y solo los fines de semana, veo que una señora se hace delante de la persiana y deja los vidrios impecables con papel periódico, pero no veo ningún otro movimiento. En los últimos días, he visto que una pequeña luz, a una altura no superior al metro, permanece encendida toda la noche en uno de los cuartos. Por un momento pensé que era un televisor recién comprado, pero desistí de esa idea al percatarme de que la luz no se movía, no variaba. Creo que ella, él o ellos, tienen una pecera encendida toda la noche. Lo que no sé es si los peces son tan fantasmas como mis curiosos vecinos o si el líder del acuario, supongo que es un pez telescopio, deja la luz encendida para temerle menos a la excentrici­dad humana

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