CALENTANDO EL PLANETA
Los que odian a Estados Unidos y los ambientalistas ya fueron aguijoneados por la irracionalidad de no pensar en el futuro del planeta.
No creo que muchos contradigan esto: Donald Trump ya comenzó a alborotar el avispero. Lo viene demostrando desde hace días y era algo de esperarse, no solo por su per- sonalidad sino también por su discurso político. Entre más alboroto haga, más fácil pega puñetazos sobre la mesa para decir: “aquí se hace lo que a mí me dé la gana”.
La decisión de retirar a los Estados Unidos del Acuerdo de París sobre cambio climático es un ejemplo patentico de eso. Contra la humanidad y cualquier evidencia científica, obedeciendo a un espíritu visceral de intereses aún no comprensibles, a Trump se le metió en la cabeza que ese acuerdo es injusto y peligroso, porque daña la industria estadounidense y favorece los intereses de otros países. Entonces, así no se vale.
De nada valieron los intentos de personajes como el ex vicepresidente Al Gore, consumado defensor de la lucha contra el cambio climático. Mucho menos las consideraciones de los CEO de empresas como Facebook, Google, Apple, Microsoft, Pepsico, Disney, Walmart, General Motors e incluso de las gigantes energéticas como Exxon o Chevron. Cero pesó el carretazo de los líderes de otros países para convencer al moneco. De hecho, se filtró que se sintió sermoneado por ellos y, claro, a una personalidad de esas, eso sí debe embejucarla. Ni siquiera valió la insistencia de su hija Ivanka Trump, la niña de sus ojos, la verdadera Primera Dama de los Estados Unidos, para que no lo hiciera. Cerrado a la banda, esa es la definición de la actitud que Trump asumió.
Lo que sí sirvió fue la voz retrógrada y camorrera de unos cuantos halcones que se inventaron esa doctrina del patriotismo económico. Suficiente para mandar al carajo la voluntad de 195 países suscriptores del pacto, porque la ciencia y el sentido común no pueden ser primero que los trabajadores del hierro, del petróleo y del carbón. “Es hora de poner a Youngstown, Detroit y Pittsburgh por delante de París”. Lo dijo Trump.
El domingo pasado, tam- bién hubo un papayazo de esos que le alimentan el ánimo a Trump. El mundo entero despertó con las consecuencias de los atentados ocurridos en Londres. Trump opinó sobre lo ocurrido con una andanada de trinos. “Hay que dejar de ser políticamente correctos… Si no somos inteligentes, la cosa empeorará”, trinó. Como quien dice, dejen de ser pusilánimes y brutos.
Es como si se hubiera liberado un panal gigante de abejas africanas para que piquen a todos los que se atraviesen. Los que odian a los Estados Unidos y los ambientalistas, ya fueron aguijoneados por la irracionalidad de no pensar en el futuro del planeta. Los que tienen ese estilito incómodo de la intolerancia, van a comenzar a odiar cada vez más a los musulmanes y a cualquiera que tenga una cara distinta a la del gringo promedio. Señores, así se nos pasan los días por esta época.
Comienza, entonces, a tener más fuerza esa dinámica global donde las decisiones candorosas y las palabras desbordadas, llevan a un gran peligro: calentar el planeta, pero con odio. ¿Qué pasará? No es necesario ser un Walter Mercado para anticiparse a posibles consecuencias como ataques terroristas desestabilizadores, más lobos solitarios buscando hacer la yihad y más desastres que van a demostrar la fuerza de la naturaleza, todo eso con el patrocinio de la era del caos, esa a la que Trump le juega, justificándose con un “he cumplido una tras otra mis promesas”