MÁRTIRES DE LA DEMOCRACIA
Al escuchar la palabra democracia, y más en pleno siglo XXI, se concebiría la idea de una sociedad que ha evolucionado progresivamente, al igual que sus individuos. Pero no es así, el terruño folclórico sigue comportándose a la mansalva; aún mantienen esa primitiva concepción del mundo.
La debilidad democrática que encierra América Latina, va más allá de la infamia y la calumnia. Y en ese desenfrenado afán de emular a las pocas democracias exitosas; se han convertido en mártires de su propio invento.
Para el mundo civilizado, América Latina no es más que una tierra de brazos desechables y disponibles, con el patógeno congénito de la violencia y el crimen. Los verda- deros propósitos que en un principio se gestaron en las democracias latinas bajo nobles ideales, se quedaron asfixiados y compactados en una clase de intereses totalitarios que solo benefician a unos pocos. El ferviente sentimentalismo patriótico que caracteriza a esta parte del hemisferio, vilmente se ha usado para perpetuar homogéneamente la finalidad por la cual han luchado. Esas peligrosas relaciones que han germinado entre las armas y las ideas, han dado como resultado fulminantes desastres. Continúan siendo los mismos invisibles, independientes, pero no libres. Atados a esa fugacidad del tiempo, de estar siempre abajo. Tan acostumbrados a conductas que normalizan su existencia. Se les ve en las calles vociferando con ímpetu. Le echan la culpa de sus desgracias al imperialismo, a la burocracia y a la oligarquía. Escupen odio, son ignorantes, son muchos… y votan. Muy bien es sabido que en su de acto de preservar las estructuras sociales, han sacrificado la tranquilidad de muchos en pro de salvaguardar su monótona forma de vivir. El sistema los condena, la historia no los retrata, y la memoria los olvida. Son culpables de su propia penumbra.
Y es que esta tierra hermosa y tan malherida, es la fehaciente prueba del ejercicio simétrico de la democracia, condenados a un submundo sombrío y nada prometedor, pero que, a pesar de ello, aún camina * Taller de Opinión es un proyecto de El Colombiano, EAFIT, U. de A. y UPB que busca abrir un espacio para la opinión joven. Las ideas expresadas por los columnistas del Taller de Opinión son libres y de ellas son responsables sus autores. No comprometen el pensamiento editorial de El Colombiano, ni las universidades e instituciones vinculadas con el proyecto.
Los propósitos que se gestaron en las democracias latinas, se quedaron asfixiados en una clase de intereses totalitarios que solo benefician a unos pocos.