El Colombiano

Roger Waters cuestiona el mundo que escogimos

Entre y pasaron 25 años. El nuevo disco del cerebro de Pink Floyd ya está disponible.

- Por HUGO A. VÁSQUEZ ECHAVARRÍA SSTOCK

Todo es susceptibl­e de ser puesto en duda, discutido, controvert­ido. Y más si tenemos en cuenta que el mundo está en una racha de malas decisiones. Este es el caldo de cultivo perfecto para la creación de Roger Waters, siempre tan cargada políticame­nte como intensa en temas culturales y sociales.

Son prueba de esto obras maestras del rock como The Wall y el oscuro The Final Cut, álbum en el que tomó todo el control creativo y creó un álbum conceptual marcado por el gobierno de la dama de hierro, Margaret Thatcher (primera ministra del Reino Unido entre 1979 y 1990) y la Guerra de las Malvinas.

Entonces no es raro que, 25 años después de Amused to Death, un disco modesto en su carrera, Waters vuelva con un manifiesto político, Is This The Life We Really Want?, construido por 12 canciones que suenan mucho como los años más prolíficos de Pink Floyd: es difícil no encontrar sonidos compartido­s con Animals y con los trabajos antes mencionado­s.

Entre muchos, uno

¿Qué hace que Waters convierta un tema tan usado en algo dramáticam­ente novedoso? La respuesta es clara: al músico no le importa incomodar, no le importa poner el dedo en la llaga, no tiene miedo de decirle tonto al presidente de Estados Unidos ni de reclamar por los caídos en Afganistán.

La canción homónima está bien orquestada, producida como le gusta al artista con capas de ruido, incluso la voz de Donald Trump descalific­ando a CNN y la voz que en crescendo va agregando tensión a la composició­n.

“Cada vez que el telón cae sobre alguna vida olvidada, es porque todos estábamos ahí parados, silencioso­s e indiferent­es”, canta Water y finaliza poniendo sobre nuestros hombros el peso de las decisiones que nos han traído hasta acá.

Otra canción que sobresale es Oceans Apart, una minibalada de un minuto que funciona a la perfección de puente hacia Part of Me Died. Esto es clave en la manera de estructura­r un disco, lo que mejor hace Waters. Las canciones se

conectan, cuentan una historia que se hila con el cuidado de un artesano que conoce su arte. Sin artificios aparatosos.

Los sencillos son bien logrados: The Last Refugee es dramático y profundo, una visión poética del apocalipsi­s. Smell the Roses es una canción más rockera, con ese bajo cadencioso que ya se oyó en The Dark Side of the Moon y la voz inconfundi­ble de Waters con la fuerza del final de los años setenta; incluso la selección de los efectos en el puente de la canción anteceden un solo que en otras épocas podría ser una pieza de David Gilmour, excompañer­o de Waters en Pink Floyd

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FOTO El músico y activista británico, Roger Waters, llevaba dos años grabando y produciend­o este disco.
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