El Colombiano

¿EN QUÉ CURVA SE DAÑÓ LA ESPERANZA?

- Por ARTURO GUERRERO arturoguer­reror@gmail.com

Si no tenemos historia sino prontuario. Si cada calamidad es peor que la anterior y cada tragedia es borrada por la siguiente, ¿dónde queda entonces la esperanza?

En Colombia es trabajoso escribir sobre la esperanza. Asoma con debilidad alguna noticia colorida y de inmediato caen tres derrumbes, se mueren los mejores seres, truenan las bombas.

Aunque no sucedieran estas desgracias, las gentes se esfuerzan por no olvidar el hado trágico inseparabl­e de la vida. Hay un difunto que añorar, una deuda que amortizar, una culpa no redimida. La venganza está alerta, aguarda que cruce la esquina el enemigo para caerle a puñales. Guadalupe Salcedo cumplió 60 años de asesinado en emboscada de los años cincuenta y su lucha traicionad­a fue vuelta eternidad en una obra del teatro La Candelaria. “Años sin cuenta”, se llamó. Así la historia se agranda en mito, es decir en sustancia constituti­va de nacionalid­ad.

Nuestro himno nacional bebe en los surcos de las guerras ateridas de Bolívar. Suena sin atenuantes dos veces al día en las emisoras. Lo esculpen en su memoria los niños sin entender ni su letra ni los estragos que ella origina en las almas.

Los mismos niños aprenden en clases de religión que nacieron malos. Que al llegar al mundo no solamente todo era ajeno sino que son reos de un pecado que cometieron tal vez en las barrigas maternas. Llevarán a cuestas hasta la muerte este falso positivo original.

Habitar en este trópico significa escuchar maravillas de los países donde no hay trópico sino aire acondicion­ado, abrigos hasta el piso, gorros de peluche. Allá el transporte funciona con segundero, allá no se matan unos a otros, allá navegan y conquistan tierras lejanas desde siempre. Allá quedan civilizaci­ón y futuro.

Aquí por el contrario cada cual debe rebuscarse el diario a punta de codazos. Acá somos negros aunque no seamos negros. Nos insultamos acusándono­s de indios. Si a alguien lo asesinan, algo estaría debiendo. El que no roba es bobo, el que hereda lo robado por sus padres y abuelos es un gran hombre.

¿Dónde queda entonces la esperanza? Si nos la amputaron desde siempre como si fuera un brazo o pierna carcomida. Si no tenemos historia sino prontuario. Si cada calamidad es peor que la anterior y cada tragedia es borrada por la siguiente.

En los días que corren planean pajarracos que graznan el embuste y se abalanzan sobre el primer verdor de esperanza para tragárselo. Y todos nos miramos sin saber desde qué curva los ríos se tiñen de colorado

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