150 AÑOS DESPUÉS, MARÍA SIGUE VIVA
Cuenta mi abuela que, siendo una niña, lloró al leer María, la novela romántica de Jorge Isa
acs. En realidad, era su madre quien leía en voz alta, mientras ella y sus hermanas escuchaban y lamentaban la suerte de María y de Efraín.
Ahora es difícil imaginar aquel cuadro: una familia reunida leyendo una novela y llorando por las desgracias de sus personajes. Esa escena, al día de hoy, parece anacrónica y hasta inverosímil; demasiado pintoresca para tiempos en que la televisión y Netflix devoran el tiempo libre de las personas. Sumergidos en la civilización del espectáculo, como bien hace en llamarla Vargas Llosa, vivimos en un mundo hedonista y en el que el entretenimiento parece ser el fin último de la vida. Muy pocos, dice el Nobel peruano, parecen estar dispuestos a leer escritores como Joyce o Faulkner, que representan un verdadero reto para el lector. En cambio, abundan los libros y películas light, que dan la sensación al lector o al espectador de ser culto, pero solo premian la complacencia y la autosatisfacción. Eso cree Vargas Llosa, y estoy de acuerdo.
Siendo el entretenimiento el fin último, ¿quién puede reunirse a leer en familia una novela colombiana del siglo XIX? La televisión, por el contrario, exige un mínimo de concentración. Por eso, una familia como la de mi abuela quedaría ridiculizada en nuestros días.
En este 2017 se cumplen 150 años de la publicación de María. Su lectura se hace tan amena y tan estremecedora que parece inmune al paso del tiempo. No solo por su lenguaje comprensible y vigente, como señaló William
Ospina, sino por lo conmovedor de su historia; por sus paisajes tropicales y exuberantes; por el país que ahí vemos; por las pasiones huma- nas en medio de esa indómita naturaleza americana.
Borges defendió a María en 1937 contra quienes decían no soportarla, pues, según pensaban, “ya nadie podía ser tan romántico ni tan ingenuo”. La novela, dijo Borges, seguía siendo “muy legible”. Todavía hoy, en tiempos de la civilización del espectáculo, María siegue siendo legible; así no sea en familia. Ayer, cuando la terminé, lloré por la suerte de Efraín, al igual que lo hizo mi abuela en sus días de infancia
150 años después de la publicación de María, su lectura sigue siendo tan amena que parece inmune al paso del tiempo.
* Taller de Opinión es un proyecto de El Colombiano, EAFIT, U. de A. y UPB que busca abrir un espacio para la opinión joven. Las ideas expresadas por los columnistas del Taller de Opinión son libres y de ellas son responsables sus autores. No comprometen el pensamiento editorial de El Colombiano, ni las universidades e instituciones vinculadas con el proyecto.