LA CAMPAÑA DEL 2018 NECESITA A LA OEA
Las elecciones de 2018 va a ser uno de los eventos políticos de mayor trascendencia en la historia reciente del país. Por un lado, será el estreno de las Farc en la arena electoral y, por otro, tendremos una agudizada polarización que buscará – una vez más– dividir al país entre dos opciones: continuismo–populismo o cambio.
Uno de los graves errores del proceso de paz con las Farc fue que el presidente Santos lo hubiera convertido en su bandera, asumiendo que todo aquel que tuviera dudas era un “enemigo de la paz”. Básicamente, el discurso que querían imponernos era que no estar de acuerdo con aspectos de la negociación nos ubicaba como “buitres de la guerra” o tantos otros descalificativos que recientemente viene estrenando el Dr. De la Calle. Ningún sentido tiene pedirle a un país que se convierta en comité de aplausos de lo que es inaceptable legal y constitucionalmente, por más que queramos la terminación de todos los conflictos como camino hacia la paz verdadera que todos merecemos.
El problema de la polarización planteada por el Gobierno es que imposibilita cualquier debate franco entre distintas posiciones que permita encontrar puntos de acercamiento y, por el contrario, reduce cualquier diálogo a un intercambio de prejuicios, etiquetas y ofensas. Precisamente eso es lo que pasa cuando hay candidatos que aseguran que “si no votan por mí va a volver la guerra” o “yo soy la única garantía de que el proceso salga bien”; pretendiendo amarrarnos a ese imaginario de que solo un candidato garantiza la paz y el resto es el regreso a la guerra. Con ese discurso se hizo reelegir Juan
Manuel Santos y con el mismo discurso se busca elegir Humberto de la Calle.
En este momento y siempre, el país tiene que recordar cuál es la verdadera intención de las Farc y el Eln, pues lo han dicho francamente: su objetivo es la toma del poder. Y por eso tenemos derecho a preguntar si las concesiones que les hace el Gobierno están realmente orientadas a conseguir la paz acatando las instituciones y el Estado de Derecho o si, por el contrario, tales ventajas a las Farc nos mantienen en una tregua pero no aseguran la paz verdadera y para siempre. Ya los colombianos conocemos bastante bien el cuento de “todas las formas de lucha” con el que esos dos grupos guerrilleros han justificado el “todo vale”. De allí que exigen las curules a dedo en lugar de mostrar verdadero arrepentimiento por el secuestro, extorsión y reclutamiento de menores.
Recientemente en Washington solicité al secretario de la OEA, Luis Almagro, que en 2018 se designe una misión permanente de observación electoral especial para Colombia, pues hay graves riesgos para la democracia así algunos nos pretendan descalificar y silenciar por decirlo claramente.
Los antecedentes recientes de corrupción y la financiación ilegal de Odebrecht a la reelección del presidente han demostrado que el Consejo Electoral no tiene la fortaleza para blindar la democracia de los riesgos de la financiación también ilegal con dineros del narcotráfico, el secuestro y la minería ilegal. Por eso necesitamos a la OEA en la campaña del 2018