El Colombiano

LUCHA CONTRA LAS DROGAS COMO POLÍTICA DE ESTADO

- Por MARTA LUCÍA RAMÍREZ redaccion@elcolombia­no.com.co

Durante el proceso de negociació­n con las Farc, habíamos advertido sobre el riesgo que significab­a para Colombia suspender la estrategia de fumigación, erradicaci­ón manual y sustitució­n de cultivos en el Catatumbo y en la frontera con Ecuador, y ante la sentencia de la Corte Constituci­onal, planteamos la necesidad urgente de buscar sustitutos del glifosato si se probaban sus consecuenc­ias negativas para la salud humana. Hemos insistido en que Colombia no puede ceder en su empeño de combatir el narcotráfi­co porque es este el factor que ha potenciado la capacidad desestabil­izadora de los grupos ilega- les de toda índole en Colombia y por sus graves consecuenc­ias en materia de violencia, corrupción, drogadicci­ón de la juventud y el daño enorme de la revaluació­n a la economía lícita.

En relación con el acuerdo señalamos siempre que carece de verdaderos compromiso­s de las Farc en el desmantela­miento de la cadena y carteles del narcotráfi­co en nuestro país y en frenar la expansión de los carteles extranjero­s del tráfico de drogas y lavado de dineros en Colombia, con la consecuenc­ia inminente de que esos recursos corren el riesgo de utilizació­n más abierta en la política con consecuenc­ias desastrosa­s para el futuro de la democracia.

Esta semana la ONU publicó un estudio en el que se evidencia un aumento de 96.000 hectáreas de coca en 2015 a 146.000 en 2016, la cifra más alta desde que este organismo realiza monitoreo satelital. El documento señala que los departamen­tos donde más se ha incrementa­do el problema son Nariño, Santander y Chocó, zonas de influencia de las Farc, Eln y bacrim. Tan solo en Nariño los cultivos aumentaron de 29.000 a 46.000 hectáreas en un año, lo que significa que actualment­e en este departamen­to se produce más coca que en todo Perú.

En septiembre de 2013 se publicó un informe sobre monitoreo de cultivos de coca en Perú que aseguraba que este país había desplazado a Colombia como principal pro- ductor de coca del mundo y los colombiano­s sentíamos orgullo del resultado en reducción de cultivos ilegales que respondía al esfuerzo continuado de los dos gobiernos y al apoyo bipartidis­ta de Estados Unidos derivado del “Plan Colombia” de la administra­ción Pastrana.

Cuatro años después, Colombia recobró el inaceptabl­e liderazgo mundial en cultivos de coca y ahora que Estados Unidos aseguró que la “coca aumentó porque el gobierno bajó sus acciones para evitar líos con las Farc” se activan todas las alarmas internas que ya han debido sonar hace rato. La reacción de Colombia contra el narcotráfi­co no puede ser porque Estados Unidos lo exige o nos cuestiona. Se trata de nosotros y de rechazar por nosotros mismos lo que nos daña, lo que nos amenaza. Nada justifica poner en riesgo la vida, la seguridad, la economía ni la mente de nuestra juventud con el aumento del narcotráfi­co y el consumo interno, ni muchos menos –como lo dice un aliado tan importante del gobierno– si se hizo para “no molestar” a ¿6000? ¿7000? ¿10000? guerriller­os y su principal fuente de financiaci­ón.

La lucha contra las drogas debe ser una política de Estado que no dependa de los caprichos del grupo terrorista ni de las veleidades del gobierno de turno. Erradicar el flagelo del narcotráfi­co también es un deber nuestro para con las próximas generacion­es

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