El desarrollo prometido aún no llega a Santa Lucía
La pobreza y las dificultades continúan, pese a ser uno de los lugares que alberga a las Farc para la dejación de armas y la reincorporación.
El paisaje ha cambiado. Santa Lucía, en Ituango, una vereda campesina que mantenía la identidad de las poblaciones antioqueñas, casas coloridas y de puertas abiertas que esperaban a los jornaleros, hoy se ve como un barrio de cualquier pueblo.
Construcciones blancas, todas iguales, echas con súper board (un material para construir muros) y tejas termoacústicas, irrumpieron en el ecosistema. Fue necesario talar árboles para dar paso a las viviendas en las que ahora viven los miembros de las Farc, quienes caminan hacia la legalidad.
Pero no solo el paisaje ha sido transformado con la zona veredal. Los habitantes de Santa Lucía, que antes vivían bajo el control estricto de esa insurgencia, aunque suene irónico, ahora manifiestan que no tienen autoridad. “Antes había orden y la gente está diciendo que no van a arreglar caminos”, dice Héctor Giraldo, líder comunitario de la vereda y concejal de Ituango.
Y es que las Farc definían cuándo y quiénes tenían que ir a los convites en los que se adecuaba la vía o se hacía algún otro trabajo comunitario, y ahora que no tienen el poder de las armas los habitantes sienten que no hay nadie a quien obedecer: “Nos sigue faltando que llegue la institucionalidad”, enfatiza Giraldo.
La falta de control también es evidente en las calles. Desde muy temprano hay personas tomando cerveza en la cantina, el granero y el billar, y apenas despunta la tarde se ven borrachos deambulando; aunque los líderes de la vereda aclaran que todavía no se ha visto violencia, como en otras poblaciones cercanas en las que ya se han presentado peleas con machete, temen que en cualquier momento dejen de seguir las normas
de conducta que como comunidad han concertado.
Continúan las expectativas
Desde que el Gobierno anunció que Santa Lucía sería una zona veredal, el 23 de junio de 2016, EL COLOMBIANO ha visitado ese territorio en tres oportunidades y ha sido recurrente la solicitud de la comunidad de que el Estado cope esta zona, que llegue con proyectos, obras y programas para cambiarle la cara a aquel lugar que ha sufrido el rigor del conflicto armado, y que entre 2001 y 2003 vio como los paramilitares quema-
ban algunas de sus viviendas.
“Nosotros creímos que al poner aquí la zona veredal nos íbamos a beneficiar, pero en realidad el Estado prácticamente no da la cara”, señala el concejal, quien se había hecho ilusiones con que por fin su comunidad tuviera agua potable, pero no, y tampoco la hubo para las Farc.
No obstante, como lo habían prometido, a cuenta gotas, las cosas han venido llegando. En un salón de la escuela se instaló la Biblioteca Pública Móvil, una estrategia del Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional de Colombia.
De acuerdo con el bibliotecario Esteban Castañeda, este espacio se convirtió en el lugar predilecto de muchos niños que no tenían ningún sitio sano a donde ir en sus ratos libres.
Gracias a ese espacio los niños de Santa Lucía ya no dibujan armas en sus cuadernos, sino flores y pájaros, como los otros niños de su edad que no viven en un contexto de guerra.
Y aunque la biblioteca ha traído grandes beneficios, su llegada desplazó a los estudiantes que ocupaban el aula y ahora reciben clases en condiciones de hacinamiento.
Además, el Sena le dictó a los líderes de la vereda el programa “Ciudadano promotor de paz” y a otros habitantes el de “Emprendedor en sistema agrícola”, como explica Juan Felipe Rendón, director de la entidad en Antioquia.
Esta comunidad también se han beneficiado con el puesto provisional de salud, que le ha provisto atención de un médico, una enfermera y una ambulancia. Aunque sabe que cuando la zona veredal termine este servicio también se irá.
Las necesidades siguen siendo apremiantes: la escuela está en malas condiciones, no hay señal de celular, el internet solo entra al kiosko vive digital, y no hay caseta comunal. La vía de ingreso sigue siendo tortuosa, aunque el batallón de ingenieros la arregló, el paso de las máquinas para construir la zona veredal en algunos puntos la dejó peor.
Los habitantes de Santa Lucía sueñan con que el futuro y el posconflicto que el Acuerdo entre el Gobierno y las Farc prometió se cumpla y poder disfrutar, al fin, de eso que algunos llaman “desarrollo”
“Nosotros tenemos todavía la esperanza que la implementación del Acuerdo apenas viene”. HÉCTOR GIRALDO Concejal de Ituango