El Colombiano

Enfermedad­es y tratamient­os

En el siglo XVI, las gripas podían diezmar la población. Hoy no son amenaza, pero hay más cáncer y esclerosis.

- Por JOHN SALDARRIAG­A

Algunos dolores de cabeza vienen con tanta furia, que derriban a un hombre como muerto, y lo ponen tal que no habla, ni quiere que le hablen, ni oye un golpe. Otros dolores obligan (a los que los padecen) a no abrir los ojos, ni ver la claridad del día”.

Esta descripció­n aparece bajo el título “Para dolores antiguos de cabeza”, en el libro Tratado breve de Medicina y de todas las enfermedad­es, que a cada paso se ofrecen, escrito por el padre fray Augustín Farfan, doctor en Medicina, y religioso de la orden de San Agustín en esta Nueva España, en 1592, publicado por Editorial Maxtor, en Valladolid, en 2003.

De acuerdo con el médico y ginecoobst­etra, Emilio Restrepo Baena, esa es la descripció­n de un derrame cerebral o de un ataque de hipertensi­ón, que tumba a la persona y le hace perder la facultad de hablar. Así, deduce que en el siglo XVI no distinguía­n esta enfermedad.

El médico frayle señala en su tratado: “La cura de los dolores de cabeza hágase de esta manera, si viene de la sangre y

muy caliente que luego se conocerá en el rostro muy colorado y encendido, y en los ojos enramados con la sangre, y en las venas llenas, y si en estas señales el enfermo es robusto (...) sáquenle seis onzas de sangre del brazo derecho de la vena de todo el cuerpo”.

Nuestro médico contemporá­neo comenta que, en ese tiempo, los médicos recurrían mucho a sangrar a los pacientes, para tratar diversos males. Eso quiere decir, sacarles sangre y desecharla. Pero con el tiempo, la medicina ha comprobado que ese método, no solo es obsoleto, sino que no sirve. Un dolor de cabeza, dice, si es migrañoso, se combate con fármacos, recetando analgésico­s para expandir los vasos sanguíneos.

En el Tratado de Medicina hay tratamient­os para la ausencia de menstruaci­ón, los cólicos, las inflamacio­nes de la rodillas, los resfriados. Y los tratamient­os, por supuesto han cambiado.

“Las enfermedad­es son casi las mismas, aparenteme­n-

te”, dice Emilio Restrepo Baena. La única que se ha erradicado totalmente es la viruela. La Organizaci­ón Mundial de la Salud ofrece una recompensa a quien encuentre algún caso de esta enfermedad infecciosa que llegó a ser muy grave y, en muchos casos, causaba la muerte.

La cubana Celia Sánchez Pereira, en su monografía Historia de las epidemias durante la etapa colonial: Fiebre amarilla, Viruela y otras enfermedad­es, menciona: “La primera epidemia de viruela de que se tiene noticia data de fecha tan temprana como 1521 y aunque esta es la primera reconocida se sabe de la existencia de casos de la enfermedad desde el año anterior”.

Otras enfermedad­es se tienen muy diezmadas, como la

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