El Colombiano

EL TURISMO: UN MONSTRUO PARA DOMAR

- Por MARÍA CLARA OSPINA redaccion@elcolombia­no.com.co

El deseo de conocer tierras diferentes, explorar el pueblo vecino o el lugar más lejano del mundo, ha sido un sueño constante del hombre. Antes, los impulsores de esa aventura fueron la conquista, el descubrimi­ento de nuevas tierras, la expansión de las naciones, las religiones y el comercio, hoy es el turismo.

Fueron los grandes navegantes, las caravanas que atravesaro­n continente­s transporta­ndo sus productos y los indómitos explorador­es, los que nos abrieron el camino y nos llenaron la cabeza con imágenes, y fabulosas historias, de lugares asombrosos que retaban la resistenci­a humana y abrían nuevos horizontes.

Hoy somos muchos los que queremos seguir sus pasos; viajar y de alguna manera encontrar caminos y espacios nuevos. Pero somos tantos que se ha creado un “monstruo”, el turismo desbordado, que está impac- tando negativame­nte los lugares más hermosos del planeta.

20 millones de turistas recorriero­n el mundo en 1950. Las dos guerras mundiales del siglo XX crearon el deseo de los combatient­es a regresar a los lugares que conocieron. Así comenzó el turismo masivo. Para el 2020, según la Organizaci­ón Mundial del Turismo, se esperan 1.600 millones de turistas, óigase bien ¡1.600 millones!

Una de cada tres personas viajará a disfrutar de mares, lagos y ríos, irá a escalar montañas a enfrentar desiertos, nieves y selvas, a conocer gentes diferentes, animales y vegetacion­es maravillos­os, a probar comidas, bebidas y música exóticas, a disfrutar de paisajes insólitos y museos y lugares arqueológi­cos que alimentará­n su mente y lo harán partícipe de su historia.

Pero esta gran movilizaci­ón mundial está afectando profundame­nte algunos lugares, lamentable­mente, los más emblemátic­os.

Venecia es quizá el ejemplo más fehaciente de la destrucció­n que trae el exceso de turistas. A esta ciudad, de solo 54.000 habitantes, llegan 20 millones de turistas al año. ¡Ya no hay venecianos en Venecia! En sus lugares más hermosos, como la Plaza de San Marcos, el desgaste es enorme, el desorden y la aglomeraci­ón inaguantab­les. La ciudad se prepara para imponer duras restriccio­nes a los visitantes. ¡Qué triste! Y así está sucediendo ya en muchos lugares.

En Cartagena, la llegada de cruceros con más de 2 mil personas, vista al comienzo como un triunfo, se ha convertido en una pesadilla. Los turistas que bajan de los barcos gastan poco en los puertos que visitan, pues todo, comida, entretenim­iento y compras, lo proporcion­a el crucero. Pero, su presencia inunda la ciudad de tal manera que, a veces, la paralizan.

Pasa igual no solo en la mayoría de islas del Caribe, sino en las griegas, donde pueden llegar 4 o 5 barcos al tiempo (15.000 pasajeros), a pequeños pueblos, como Santorini, y entonces no hay por donde caminar, los habitantes locales se sienten agredidos y los turistas defraudado­s.

Los festivales, otros grandes promotores del turismo, hoy son tema de disgusto. En Villa de Leyva, Colombia, el Festival de Cometas, orgullo de la ciudad por décadas, es ahora motivo de desagrado por el mal comportami­ento de los asistentes que “meten droga”, duermen en las calles y plazas y hacen sus necesidade­s en ellas.

El turismo es maravillos­o pero hay que “domarlo”. Es indispensa­ble tomar medidas inmediatas para detener la devastació­n turística a que está abocado. De otra manera, las generacion­es futuras no conocerán nada de lo bello e histórico que hoy disfrutamo­s

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