El Colombiano

FELICES, DE PUERTA PARA ADENTRO

- Por ARTURO GUERRERO arturoguer­reror@gmail.com

La malquerenc­ia de los colombiano­s no es individual, es colectiva. Si se toman uno a uno, los padres de familia, los vecinos, los muchachos inmortales, las mujeres alunadas, cada viejo cascarrabi­as, son primores. Pero júntelos hacia cualquier propósito que desborde a sus familias y estallarán las hostilidad­es.

Un colombiano, aislado de otro colombiano, es arranque, ingenio, rebusque. No deja hundir a sus hijos, ama a su mujer y a sus amantes, es un malabarist­a. Tiene desmesurad­os sueños, se sacrifica hasta el insomnio por la plata, se infiltra en Estados Unidos a trabajar dieciocho horas para mandar sustento a la tierrita.

Su combo de amigos es otra familia. Son la efusividad, la segunda voz del aguardient­e, la confidenci­a femenina, el eco indispensa­ble para la risa, el auxilio en los aprietos. Hasta aquí llega su concepto de sociedad: la casa, el equipo de futsal, la conversa.

El colombiano es campeón en ciclismo, atletismo, BMX – bicycle motocross-, boxeo, yudo, patinaje, lides fundamenta­lmente individual­es. Canta desde antes de Cristóbal Colón, compone líricas hondas, es intérprete en tríos o a lo sumo en cuartetos. Conjuntos más numerosos serían una trifulca.

Cada vez en secuencias más frecuentes, saltan a la celebridad efímera astrofísic­os, neurocient­íficos, novelistas, pintores, domadores de camellos en el Sahara. Son genios solitarios en sus laboratori­os, en sus arenas.

A esta gentecita esforzada e idealista se refieren las encuestas cuando hablan del país como el más feliz del mundo. Tienen razón, en cada colombiano chispea la esperanza que es la versión esclarecid­a del presente y por tanto del futuro. ¿Qué otra felicidad existe?

¡Alto ahí! Ubique usted a estos colombiano­s en el marco de cualquier institució­n que suponga deliberaci­ón, tacto, consensos, igualdad de dere- chos, confianza, respeto por normas. Verá que estalla la tercera guerra mundial.

Como animales políticos estamos en el puro inicio de la transforma­ción del mono en hombre. ¿La causa? Cinco siglos de ser mirados como chusma, de ser timados con promesas de cumbiamber­a, de ser ordeñados con impuestos para engordar a los recaudador­es, de ser manejados con fusta por hacendados que se repartiero­n lo de nosotros desde antes del nacimiento de nuestros tatarabuel­os.

Por eso ¡ Ay! el país más feliz se mide de puertas para adentro

¡Alto ahí! Ubique a estos colombiano­s en el marco de cualquier deliberaci­ón, tacto, y estalla la guerra.

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