FELICES, DE PUERTA PARA ADENTRO
La malquerencia de los colombianos no es individual, es colectiva. Si se toman uno a uno, los padres de familia, los vecinos, los muchachos inmortales, las mujeres alunadas, cada viejo cascarrabias, son primores. Pero júntelos hacia cualquier propósito que desborde a sus familias y estallarán las hostilidades.
Un colombiano, aislado de otro colombiano, es arranque, ingenio, rebusque. No deja hundir a sus hijos, ama a su mujer y a sus amantes, es un malabarista. Tiene desmesurados sueños, se sacrifica hasta el insomnio por la plata, se infiltra en Estados Unidos a trabajar dieciocho horas para mandar sustento a la tierrita.
Su combo de amigos es otra familia. Son la efusividad, la segunda voz del aguardiente, la confidencia femenina, el eco indispensable para la risa, el auxilio en los aprietos. Hasta aquí llega su concepto de sociedad: la casa, el equipo de futsal, la conversa.
El colombiano es campeón en ciclismo, atletismo, BMX – bicycle motocross-, boxeo, yudo, patinaje, lides fundamentalmente individuales. Canta desde antes de Cristóbal Colón, compone líricas hondas, es intérprete en tríos o a lo sumo en cuartetos. Conjuntos más numerosos serían una trifulca.
Cada vez en secuencias más frecuentes, saltan a la celebridad efímera astrofísicos, neurocientíficos, novelistas, pintores, domadores de camellos en el Sahara. Son genios solitarios en sus laboratorios, en sus arenas.
A esta gentecita esforzada e idealista se refieren las encuestas cuando hablan del país como el más feliz del mundo. Tienen razón, en cada colombiano chispea la esperanza que es la versión esclarecida del presente y por tanto del futuro. ¿Qué otra felicidad existe?
¡Alto ahí! Ubique usted a estos colombianos en el marco de cualquier institución que suponga deliberación, tacto, consensos, igualdad de dere- chos, confianza, respeto por normas. Verá que estalla la tercera guerra mundial.
Como animales políticos estamos en el puro inicio de la transformación del mono en hombre. ¿La causa? Cinco siglos de ser mirados como chusma, de ser timados con promesas de cumbiambera, de ser ordeñados con impuestos para engordar a los recaudadores, de ser manejados con fusta por hacendados que se repartieron lo de nosotros desde antes del nacimiento de nuestros tatarabuelos.
Por eso ¡ Ay! el país más feliz se mide de puertas para adentro
¡Alto ahí! Ubique a estos colombianos en el marco de cualquier deliberación, tacto, y estalla la guerra.