El Colombiano

LA INTIMIDAD

- Por HERNANDO URIBE C., OCD* hernandour­ibe@une.net.co

Fiesta del Cura de Ars. La divinidad llenaba de luz su cuerpo y alma, transparen­te como el cristal. Contemplo extasiado a ese cura que se volvió leyenda, algo que mi fantasía no acierta a admirar y agradecer. Este hombre me enseña a envidiar. Su inmensa bondad.

Intimidad es lo interior, lo que está dentro, el alma en relación con el cuerpo, que es la exteriorid­ad. La intimidad del hombre se manifiesta en todo gesto, el odio o el amor.

Da gusto encontrar personas que irradian en el cuerpo un alma limpia y ordenada. Cada gesto suyo llena de regocijo el corazón. Su yo, su más íntimo yo se manifiesta hasta en el más impercepti­ble de sus ademanes.

Cuatro de agosto, fiesta del Cura de Ars. La divinidad llenaba de luz su cuerpo y alma, transparen­te como el cristal. Contemplo extasiado a ese Cura que se volvió leyenda, algo que mi fantasía no acierta a admirar y agradecer.

Su alma aparecía en sus palabras. “El tesoro del hombre no está en la tierra, sino en el cielo. Por esto, nuestro pensamient­o debe estar siempre orientado hacia allá donde está nuestro tesoro”.

Lo que leo me resulta seductor. Tesoro, hombre, tierra, cielo, pensamient­o, orientació­n son palabras que me hablan con elocuencia delirante de su intimidad, la del Cura de Ars.

Continúo leyendo. “El hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oran y aman, habrán hallado la felicidad en este mundo”. Orar y amar, la vida reducida a la mínima expresión, y más si orar es amar y amar es orar.

Avanzo en la lectura. “La oración no es otra cosa que la unión con Dios. Todo aquel que tiene el corazón puro y unido a Dios experiment­a en sí mismo una suavidad y dulzura que embriaga, se siente rodeado de una luz admirable”.

Me detengo al leer. Me embriaga por simple y transparen­te a la vez. Y más si continúa así: “En esta íntima unión, Dios y el alma son como dos trozos de cera fundidos en uno solo, que ya nadie puede separar”. El frenesí se apodera de mí. Dos trozos de cera hechos unidad. ¡La felicidad!

Sigo leyendo: “Es algo muy hermoso esta unión de Dios con su criatura; una felicidad que supera nuestra comprensió­n”. Lo envidio, con una envidia llena de alegría. Este hombre me enseña a envidiar. Su inmensa bondad.

“Dios por su bondad nos ha permitido hablar con él. Nuestra oración es el incienso que más le agrada”. Dios, bondad, hablar, oración, incienso, agradar. Quien junta las palabras así para expresar lo que vive, endiosa el corazón.

“La oración nunca nos deja sin dulzura. Es como una miel que se derrama sobre el alma y lo endulza todo”. La dulzura, sé ahora lo que es. Dios en mí, yo en Él

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