El Colombiano

Cuenta de cobro verde para el Aburrá

Parece no entenderse que la sostenibil­idad depende del resto de Antioquia.

- Por DIEGO ZAMBRANO BENAVIDES ESTEBAN PARÍS

En un año, un ciudadano consume el equivalent­e al agua de una piscina, eso impacta al departamen­to. Y hay más números que revelan la realidad.

Los resultados de la medición de la huella ecológica en el Valle de Aburrá son contundent­es: un ciudadano, en promedio, consume 46.355 litros de agua al año, es decir, el equivalent­e a la capacidad que tiene una piscina mediana.

La cifra es parte del resultado de una investigac­ión adelantada por la Universida­d Nacional de Colombia, en convenio con la corporació­n ambiental Corantioqu­ia, para actualizar el estado de la huella ecológica en la región por tercera ocasión.

En el mismo estudio, que midió la persepción a través de 599 encuestas físicas y virtuales, se pudo concluir, por ejemplo, que si 500 personas decidieran cambiar sus carros y motos para movilizars­e en transporte público produciría­n al año el equivalent­e a sembrar una hectárea de bosque.

Esto ayudaría a reducir en gran medida la contaminac­ión por carbono en la ciudad. Los árboles existentes en el área metropolit­ana solo tienen capacidad para absorber apenas un 0,26 % de las emisiones que se producen.

Pero, ¿qué es la huella ecológica? Por definición, la huella ecológica es el área de tierra y agua requerida para producir los recursos consumidos y asimilar los desperdici­os generados por una población.

“Se trata de un indicador que nos permite entender la dependenci­a que tenemos los habitantes de una ciudad de otras regiones para poder vivir”, agregó Alejandro González Valencia, director de Corantioqu­ia.

En términos locales, el valle de Aburrá, donde viven más de 3,5 millones de personas, necesita 100 veces su mismo territorio para abastecer a sus habitantes en necesidade­s básicas como los alimentos y el agua.

“Esto debería derivar en que disminuyér­amos y racionaliz­áramos nuestros hábitos de consumo, además de compensar a las regiones que, en algunos casos, por abastecern­os se enfrentan a restriccio­nes ambientale­s como falta de agua”, señaló González.

El páramo de Santa Inés, en el Norte de Antioquia, provee a la cuenca del Río Grande y Chico, de donde viene más del 65 % del agua que se consume en el Valle de Aburrá.

“Los habitantes de esta zona no pueden cultivar o tener actividade­s productiva­s para no afectar el ecosistema. Nosotros debemos reparar esos limitantes que están teniendo”, detalló González.

Nivel de consumo

Según Joaquín Guillermo Hincapié Pérez, investigad­or de la Universida­d Nacional a cargo de la actualizac­ión de la huella ecológica, en el Valle de Aburrá tenemos el ritmo y nivel de consumo de países como Turquía, Suráfrica o Italia.

Para la comparació­n se emplea el término Planetoide Personal (PP), que es la extensión de territorio que una persona necesita para producir sus alimentos. El PP promedio del área metropolit­ana es de 3,3 hectáreas, el de Colombia está en 1,9, y el global se sitúa en 2,87.

Sin embargo, la diferencia de consumo se evidencia cuando cambian los estratos socioeconó­micos de la ciudad. Por ejemplo, mientras que el estrato 1 tiene un PP de 2,8 hectáreas, en el estrato 6 llega a 4,2.

“Entre más recursos económicos, más se gasta. En el caso concreto del agua, los estratos altos consumen el 200 % más que los estratos bajos, y un 58 % más que el promedio”, explicó Hincapié.

Por su parte, el director de Corantioqu­ia manifestó que

en el estudio se pudo comprobar que en otros países la diferencia en el nivel de consumo no era tan elevada entre estratos altos y bajos.

“Acá consumimos más de lo que necesitamo­s (...). Es una mentalidad errónea el creer que los recursos son infinitos y que siempre los vamos a tener”, agregó González.

¿Ciudad sostenible?

Uno de los datos más reveladore­s de la actualizac­ión de la huella ecológica es que solo el 11 % de alimentos que se con- sumen en la ciudad son producidos en el Valle de Aburrá.

De igual manera, solo 12 % del agua que demandan los habitantes del área metropolit­ana proviene de cuencas hidrográfi­cas locales.

“Tenemos una enorme dependenci­a de las regiones del departamen­to, está muy en entredicho eso de que somos una ciudad sostenible”, llamó la atención Hincapié.

Los lácteos llegan del Norte, la carne del Bajo Cauca y el Nordeste, gran parte de los alimentos del Occidente y el Suroeste, y el Oriente brinda el agua y la electricid­ad. Por eso, en considerac­ión de González, hay que prestar más atención al impacto que causa el valle de Aburrá en el resto de Antioquia.

“La ciudad está importando todo lo que necesita, pero casi que sin filtros, está exportando sin mayor contemplac­ión todos los desechos del consumo”, señaló Hincapié.

El investigad­or aseveró que el río Medellín es el sistema excretor urbano de líquidos y sólidos, y la planta de tratamient­o de aguas residuales en Itagüí, funcionand­o con toda su capacidad, solo alcanza a cubrir el 22,23% de la demanda metropolit­ana.

“Por fortuna hemos podido evidenciar que las represas Porce II y III sirven como filtros que, en alguna medida, mejoran el agua del río, y eso es importante para las poblacione­s a las cuales

les llega este afluente luego de su paso por la ciudad”, detalló.

Compensaci­ón y educación

Corantioqu­ia contempla llevar el estudio y la discusión a escenarios como el Congreso de la República, para que los legislador­es contemplen que, así como hay subsidios para ofrecer mínimos vitales, haya sobrecargo­s al exceso y al derroche en el consumo.

“Que esos derroches se traduzcan en recursos económicos para abastecer de agua potable a muchas zonas rurales del departamen­to”, sugirió González.

Aunque ya existe un pago por servicios ambientale­s para los pobladores de las regiones, el director de la corporació­n autónoma regional cree que es necesario encontrar otras formas de financiaci­ón que, además de un beneficio económico, les permita tener acceso a todos los servicios.

Hincapié observó que es importante que la planta de tratamient­o que se está construyen­do en Bello entre rápidament­e en funcionami­ento. “Si existiera justicia territoria­l, el agua debería salir del valle de Aburrá como entra”, dijo.

Además, manifestó que la tarea en materia educativa es titánica, porque cuando se preguntó a la ciudadanía de dónde provenían los alimentos, se encontraro­n respuestas preocupant­es: “Los niños creen que la leche viene del supermerca­do, o hay personas que cuando se les pregunta cuál es la fuente del agua que llega a sus casas, responden que son las plantas de tratamient­o o EPM”, reveló Hincapié

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