CÓMO PREVENIR UNA CIBERGUERRA
Aunque los detalles de la interferencia de Rusia en las elecciones estadounidenses de 2016 siguen sin estar claros, nadie duda de que Moscú ha construido un robusto arsenal tecnológico para emprender ciberataques. Y a medida que las tensiones entre los dos países aumentan, hay una buena probabilidad de que el presidente Vladimir Putin considere usarlo contra los intereses estadounidenses -si no es que ya lo ha hecho.
Una ciberguerra rápidamente podría convertirse en una guerra real, con armas y víctimas reales. Y a pesar del potencial destructivo de la ciberguerra, hay pocas normas en cuanto a cómo tales conflictos deben ser desarrollados, o mejor aún, evitados.
Las armas cibernéticas no desaparecerán y su expansión no puede ser controlada. En cambio, como lo hemos hecho con otras tecnologías destructivas, el mundo tiene que establecer un conjunto de principios para determinar la conducta apropiada de los gobiernos en cuanto al ciberconflicto. Esto dictaría cómo atribuir apropiadamente los ciberataques, para que sepamos con confianza quién es el responsable, y serían la guía para cómo los países deberían responder.
Tal vez más importante, líderes del mundo deberían crear un marco de trabajo de incentivos y sanciones que motivan a los gobiernos para detener ciberataques destructivos en primer lugar.
Lo ideal sería que estos principios fueran aplicados a través de un tratado multilateral, pero dado el desorden del sistema internacional y el hecho de que los países no tienen el monopolio sobre las herramientas de la ciberguerra, tal enfoque parece poco realista en un futuro próximo. Pero todavía podemos dar pasos significativos hacia objetivos más pequeños y tangibles.
Podríamos comenzar con trabajar con el marco de trabajo global existente. Los aliados de la Otan, por ejemplo, podrían colaborar compartiendo inteligencia forense de ciberataques y construyendo mejores técnicas de detección y respuesta.
De manera separada, los países podrían crear grupos de trabajo internacionales para discutir cómo reaccionar a ataques y qué hacer en los días o semanas antes de que sabemos de dónde vinieron.
No es realista esperar que cualquier país por sí solo unilateralmente desarmará sus ciberarsenales mientras las amenazas persisten. Pero los gobiernos podrían empezar a discutir lo que constituye una respuesta razonable cuando un Estado es atacado por otro en el ciberespacio.
De lo contrario, solo es cuestión de tiempo antes de que una nación bajo ataque ci- bernético responda bombardeando al culpable más probable antes de que la evidencia sea concluyente.
Estados Unidos está posicionado exclusivamente para liderar este esfuerzo y dirigir al mundo hacia la meta de un tratado de ciberguerra ejecutable. Una parte de este esfuerzo tendría que ver con guiar con ejemplo, y Estados Unidos puede y debe establecerse como defensor de internet libre y abierto en todas partes.
Las armas cibernéticas ya han sido utilizadas por gobiernos para interferir con elecciones, robar miles de millones de dólares, hacer daño a infraestructura importante, censurar la prensa,
manipular conversaciones públicas sobre asuntos cruciales y acosar a disidentes y periodistas. La intensidad del conflicto cibernético alrededor del mundo está aumentando, y las herramientas se están volviendo más baratas y disponibles.
El costo de la ausencia de acción es severo. En su historia ganadora de un Premio Pulitzer sobre el estallido de la Primera Guerra Mundial, “The Guns of August”, Barba
ra Tuchman describe cómo un solo evento catastrófico - el asesinato del presunto heredero al trono austro- húngaro- llevó a una reacción en cadena que encendió un conflicto global.
Pronto podremos vernos enfrentados con un momento similar que tiene que ver con la guerra cibernética. Un amplio compromiso internacional podría ser lo único que puede prevenir la próxima guerra cibernética y evitar que se convierta en la siguiente Gran Guerra. Si no mejoramos nuestra preparación para enfrentar los restos de nuestro mundo multidimensional, arriesgamos escalar tanto que el conflicto se vuelve inevitable
La intensidad del conflicto cibernético alrededor del mundo está aumentando, y las herramientas se están volviendo más baratas y disponibles.