EL LOBO FEROZ DEL ANONIMATO
Que no se impongan censuras al uso de las llamadas redes sociales y los espacios de réplica marginal instalados en los medios periodísticos en la modalidad de foros de lectores. Pero sí deben establecerse mínimos controles legítimos de edición. Y el primero de todos debe ser el de proscribir el anonimato. Quien pretenda exponer alguna opinión, una crítica, un comentario adicional, una réplica, debe firmar, dar la cara, como condición elemental de que responde y no se esconde en un mote, un alias, un sobrenombre, es decir un seudónimo torticero.
Esa sería una norma esencial para el usufructo ético del derecho a la discordancia. Que se respeten las disparidades de ideas o actitudes y se eviten pugnacidades violentas que representan, en un país de intolerancia como este, el sectarismo trasnochado de ciertos herederos de los queridos viejos odios bipartidistas.
Con los estudiantes de periodismo argumentativo y ética profesional analizamos una conferencia del filósofo español Fernando Savater, titulada Ciudadanos en la red y en la nube. Trata de esa suerte de nueva cultura que se abre campo en la internet y muy en particular de lo que señala como “anonimato feroz”. Recuerda el Mito del Anillo de Giges, que cita Platón en el segundo libro de La República: El anillo volvía invisible al pastor que se lo encontró y le sirvió para hacer toda clase de bribonadas, como asesinar al rey y apoderarse de la reina, por ejemplo.
En la red y sus variados recursos y plataformas es sencillísimo ampararse en el anonimato, como si se poseyera el Anillo de Giges, para suplantar personalidades y cometer incontables fechorías. No todos los afectados ponen los casos en conocimiento de las oficinas de investigación de delitos informáticos para rastrear el origen y la verdadera identidad de los malandrines.
Con el humor también están jugando en la internet algunos chistosos que no acreditan la responsabilidad del que da la cara, firma, pone su foto, responde por lo que dice. Esconderse en el anonimato feroz para echar a rodar mentiras como si fueran noticias ciertas (hay varios casos reconocidos), es una acción que engaña a muchísimos incautos, despista a los ciberlectores, menosprecia el criterio de veracidad y vulnera valores y normas éticos. Zuckerberg, fundador de Facebook, expuso en estos días su preocupación por ese grave problema.
Lo inquietante está en que muchos usuarios de la red celebran, aplauden, disfrutan la impostura y no le ven nada de cuestionable al hecho de que esa tendencia prospere en la medida en que se mantengan audiencias inexpertas, atontadas o incompetentes para la crítica, alcahuetas y proclives a tomarlo todo en broma y banalizar lo trascendental. Erradicar el anonimato feroz, para evitar concesiones en la defensa de la verdad
Quien pretenda exponer alguna opinión, una crítica, debe firmar, dar la cara, como condición elemental de que responde y no se esconde en un seudónimo torticero.