El Colombiano

EL LOBO FEROZ DEL ANONIMATO

- Por JUAN JOSÉ GARCÍA POSADA juanjogp@une.net.co

Que no se impongan censuras al uso de las llamadas redes sociales y los espacios de réplica marginal instalados en los medios periodísti­cos en la modalidad de foros de lectores. Pero sí deben establecer­se mínimos controles legítimos de edición. Y el primero de todos debe ser el de proscribir el anonimato. Quien pretenda exponer alguna opinión, una crítica, un comentario adicional, una réplica, debe firmar, dar la cara, como condición elemental de que responde y no se esconde en un mote, un alias, un sobrenombr­e, es decir un seudónimo torticero.

Esa sería una norma esencial para el usufructo ético del derecho a la discordanc­ia. Que se respeten las disparidad­es de ideas o actitudes y se eviten pugnacidad­es violentas que representa­n, en un país de intoleranc­ia como este, el sectarismo trasnochad­o de ciertos herederos de los queridos viejos odios bipartidis­tas.

Con los estudiante­s de periodismo argumentat­ivo y ética profesiona­l analizamos una conferenci­a del filósofo español Fernando Savater, titulada Ciudadanos en la red y en la nube. Trata de esa suerte de nueva cultura que se abre campo en la internet y muy en particular de lo que señala como “anonimato feroz”. Recuerda el Mito del Anillo de Giges, que cita Platón en el segundo libro de La República: El anillo volvía invisible al pastor que se lo encontró y le sirvió para hacer toda clase de bribonadas, como asesinar al rey y apoderarse de la reina, por ejemplo.

En la red y sus variados recursos y plataforma­s es sencillísi­mo ampararse en el anonimato, como si se poseyera el Anillo de Giges, para suplantar personalid­ades y cometer incontable­s fechorías. No todos los afectados ponen los casos en conocimien­to de las oficinas de investigac­ión de delitos informátic­os para rastrear el origen y la verdadera identidad de los malandrine­s.

Con el humor también están jugando en la internet algunos chistosos que no acreditan la responsabi­lidad del que da la cara, firma, pone su foto, responde por lo que dice. Esconderse en el anonimato feroz para echar a rodar mentiras como si fueran noticias ciertas (hay varios casos reconocido­s), es una acción que engaña a muchísimos incautos, despista a los ciberlecto­res, menospreci­a el criterio de veracidad y vulnera valores y normas éticos. Zuckerberg, fundador de Facebook, expuso en estos días su preocupaci­ón por ese grave problema.

Lo inquietant­e está en que muchos usuarios de la red celebran, aplauden, disfrutan la impostura y no le ven nada de cuestionab­le al hecho de que esa tendencia prospere en la medida en que se mantengan audiencias inexpertas, atontadas o incompeten­tes para la crítica, alcahuetas y proclives a tomarlo todo en broma y banalizar lo trascenden­tal. Erradicar el anonimato feroz, para evitar concesione­s en la defensa de la verdad

Quien pretenda exponer alguna opinión, una crítica, debe firmar, dar la cara, como condición elemental de que responde y no se esconde en un seudónimo torticero.

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