El Colombiano

VIVIR SIN MIEDO

- Por MANUELA EDITH VANEGAS M. Universida­d Nacional de Colombia Facultad de Historia mevanegasm@unal.edu.co

De Mamá aprendí a dar abrazos de verdad, a lavar los platos cuando estoy en casa ajena y a no gastar agua mientras me cepillo los dientes. Ella, con fervorosa entrega, me hizo un ser presentabl­e en sociedad, y siempre su mayor orgullo fueron sus dos niñas sin un síntoma de berrinchud­as. Lo que vine a entender, veinti-tantos años después, es que gracias al mundo en el que vivimos, su instinto de protección maternal se desarrolló por encima del promedio, haciéndono­s crecer a mi hermana y a mí consciente­s de la realidad que se vive en esta ciudad: aquí no hay día en que no se tema por la vida.

Luego de ser testigo de la violencia en este Valle, con la amenaza indiscrimi­nada de convertirs­e en víctima (de hur- to, de agresión, de muerte, de intoleranc­ia) hasta sin motivo, Mamá nos inyectó dosis de miedo, haciendo del instinto de superviven­cia la única forma de enfrentar el peligro. También nos dio herramient­as para volvernos fuertes ante la intemperie emocional, pero se encargó con especial cuidado de sembrar y regar todos los días la semilla de la desconfian­za: “cuídese que gente mala hay en todo lado”, “no se exponga sin necesidad al peligro”.

Que Mamá tuviera que ser mi guardaespa­ldas esperando el bus para ir a clase de seis de la mañana, por ejemplo, me hizo asimilar la vulnerabil­idad en un país donde el peligro se magnifica para una mujer en cualquier circunstan­cia, pero de todas formas descubrí la nece- sidad de aventura. Tuve que aprender a buscar opciones para vivir sin sentirme material para víctima, y sin embargo no consigo exorcizar el pánico que me inunda al sentir que una moto me zumba por el lado, ver caminar a algún desconocid­o muy cerca de mí, o desconfiar del desconocid­o que me quiera preguntar por una dirección. Hoy toca encender las alertas por cualquier indicio, y no porque mi Mamá sea exagerada: el número de casos y víctimas lo confirman. Lo grave es que nos acostumbra­mos al peligro, porque nos toca seguir los días tengamos miedo o no, y así vivimos... jugando a ser valientes.

Con profunda esperanza sigo anhelando abandonar todos esos temores, mientras llega el día en que pueda vivir estas calles sin estar tentando la suerte, o la muerte

Con esperanza anhelo abandonar los temores, mientras llega el día en que pueda vivir sin estar tentando la suerte, o la muerte.

* Taller de Opinión es un proyecto de El Colombiano, EAFIT, U. de A. y UPB que busca abrir un espacio para la opinión joven. Las ideas expresadas por los columnista­s del Taller de Opinión son libres y de ellas son responsabl­es sus autores. No compromete­n el pensamient­o editorial de El Colombiano, ni las universida­des e institucio­nes vinculadas con el proyecto.

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