El Colombiano

Exmagistra­dos, a rendir cuentas

El escándalo toca de nuevo altas cortes. Lo que el país se pregunta es si en esta ocasión habrá quién investigue en serio. El periodismo ha cumplido una tarea decisiva, que no suple la de la justicia.

- ESTEBAN PARÍS

Dos expresiden­tes de la Corte Suprema de Justicia ( José Leonidas Bustos y Francisco Javier Ricaurte) deberán ser investigad­os ante la sospecha, derivada de grabacione­s hechas por autoridade­s norteameri­canas, de que podrían haber recibido altas sumas de dinero por resolver favorablem­ente procesos penales contra políticos, cuya investigac­ión y juzgamient­o correspond­ía a la Sala de Casación Penal de esa Corte. Y otro expresiden­te de la Corte, Camilo Tarquino, será investigad­o por actuacione­s realizadas como abogado litigante.

Llama la atención que, una vez anunciadas por el fiscal General de la Nación y por el actual presidente de la Corte Suprema, las solicitude­s de investigac­ión ante las entidades competente­s, las voces que se escucharon como reacción a un hecho tan grave fueron para referirse a la “metástasis de la corrupción”, y no para reivindica­r el principio de presunción de inocencia de los personajes mencionado­s. Es como si hubiese un conocimien­to soterrado, que aún no trasciende a la opinión pública, sobre las actuacione­s antiéticas y posiblemen­te delictuosa­s en las instancias más altas de la justicia ordinaria.

Pero la opinión pública informada, si ha seguido con atención las vicisitude­s y movimiento­s de poder que en los últimos lustros han dejado entrever los dignatario­s de las altas cortes, tiene a su disposició­n los archivos donde periodista­s han documentad­o ciertas andanzas y jugadas cuestionab­les de los magistrado­s ahora mencionado­s. Que incluyen, entre otras, su influencia en el actual fiscal General, Néstor Humberto Martínez. Ayer circularon de nuevo columnas periodísti­cas de años anteriores donde se informaba con detalle cómo se urdió la candidatur­a de Martínez Neira en la Corte Suprema para que, una vez ternado por el Presidente de la República, obtuviera los votos necesarios en esa alta instancia judicial. Su jefe de campaña fue José Leonidas Bustos, poderoso magistrado célebre también por haber dicho que la ley no debía inter- ponerse en la construcci­ón de la paz. Y quien, todo parece indicar, impulsó el ascenso del hoy detenido ex fiscal anticorrup­ción nombrado por Martínez, Luis Gustavo Moreno.

También el trabajo periodísti­co informó con detalle el enorme poder que Bustos y Ricaurte amasaron en la Rama Judicial, al punto de convertirs­e en los dueños del poder nominador para las altas cortes.

El país, no obstante, debe estar consciente de una cosa: las investigac­iones contra estos exmagistra­dos correspond­en a una entidad inoperante, como es la Comisión de Acusación e Investigac­ión de la Cámara de Representa­ntes. Allí solo ha prosperado un expediente, el del exmagistra­do de la Corte Constituci­onal Jorge Ignacio Pretelt, en cuyo proceso intervino el Gobierno con mecanismos de presión públicos y directos.

No hay, pues, lugar a la confianza en estas instancias de investigac­ión. Salvo que el fiscal Martínez Neira revele el alcance de sus compromiso­s con Bustos, y la Comisión de la Cámara decida cumplir sus competenci­as.

También están involucrad­os dos senadores siempre rodeados de interrogan­tes ( Hernán Andrade, ahora presidente del Partido Conservado­r, y Musa Besaile, barón electoral de La U). Y se menciona al exgobernad­or Luis Alfredo Ramos. Hasta ayer, este se había limitado a reproducir un comunicado de su abogado. Lo que el país quiere, debe y tiene que saber es si magistrado­s de la Corte Suprema vendían fallos y acomodaban investigac­iones. Para ello se requiere que las complicida­des mutuas se erradiquen y haya quienes asuman con rigor una investigac­ión que no admite dilaciones

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ILUSTRACIÓ­N

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