CUANDO LES FACILITAMOS TODO LOS PERJUDICAMOS MUCHO
Cuando nos detenemos a mirar todo lo que hacemos hoy en día por los hijos nos podremos dar cuenta que algo anda mal. Parece que como consecuencia de lo agobiados que vivimos por la culpabilidad de no poder dedicarles más tiempo, los padres estamos sobreprotegiéndolos más que nunca. En parte debido a que se nos culpa de todas las fallas de los hijos, hoy nos involucramos cada vez más en la vida de los niños y nos sobrepasamos en la asistencia que les damos.
En efecto, muchos padres le ayudan diariamente a sus hijos a hacer las tareas; vuelan a llevarlos al colegio cuando no alcanzan el bus; interceden ante los profesores para que les exijan menos deberes; les preparan la comida “a la carta” que les agrada; les reponen todo lo que “les roban” (lo pierden); interceden ante el colegio para que los eximan de las sanciones que se merecen… y así sucesivamente.
Es evidente que a pesar de lo ocupados que vivamos los padres en la actualidad, los problemas de nuestros hijos son nuestra prioridad y el poco tiempo de que disponemos para ellos, en lu- gar de disfrutarlos lo pasamos corriendo para arreglarles sus dificultades.
A pesar de lo altruistas que parezcan nuestras actitudes, lo que les comunicamos a los hijos no es que los amamos mucho sino que son incapaces.
Lo que los padres estamos haciendo va mucho más allá del nivel apropiado de apoyo y estímulo que les debemos a los hijos. Cuando les facilitamos demasiado la vida, lo que logramos es complicársela.
Si no estuviéramos tan dedicados a evitarles cualquier desafío, nos daríamos cuenta de que no todo lo desagradable que les ocurre a los niños es culpa nuestra y que no podemos controlar ni impedir sus contratiempos.
Una cierta dosis de frustraciones, privaciones y dificultades, lejos de perjudicarlos los puede beneficiar, porque los capacita para aprender a superar las experiencias duras que irremediablemente tendrán que enfrentar en su trayectoria por el mundo