El Colombiano

Reparación colectiva de víctimas no tiene un norte claro

En los últimos 15 meses, la Unidad para las Víctimas no ha firmado un solo contrato para el resarcimie­nto de los afectados.

- Por OLGA PATRICIA RENDÓN M. DONALDO ZULUAGA

Santa Lucía, en Ituango, Antioquia, es la última comunidad reconocida por la Unidad para las Víctimas en este departamen­to como sujeto de reparación colectiva, pero podría quedarse esperando varios años, como otros 522 sujetos de reparación, sin que se materialic­en sus sueños de tener un puesto de salud, ampliar su escuela y mejorar la vía que la comunica con este municipio que, hoy, representa un recorrido de casi dos horas.

El incendio de la cabecera veredal a manos de paramilita­res, desaparici­ones forzadas, homicidios, desplazami­entos forzados masivos, la presencia de minas antiperson­al, torturas, tratos crueles e inhumanos, secuestro, allanamien­tos, amenazas, reclutamie­nto de menores de edad y la estigmatiz­ación como miembros de las Farc —hechos ocurridos entre 1995 y 2016—, fueron suficiente­s para que el Gobierno nacional reconocier­a que los habitantes de esta vereda, incrustada en el Nudo de Paramillo, vivieron de manera particular los efectos del conflicto armado.

Esto se da después de que la comunidad, con el apoyo de la Defensoría del Pueblo, gestionara el reconocimi­ento como sujeto de reparación colectiva, lo que le da derecho a que el Estado compense de alguna manera las secuelas que los años de hostilidad­es dejaron en sus comunidade­s.

Roberto Chavarría, presidente de la Junta de Acción Comunal, recuerda que “cuando quemaron Santa Lucía esto quedó totalmente destruido, aquí no quedó gente, las familias todas se fueron. Han pasado 17 años y ahora tenemos muchas personas con ánimo de trabajo. Que el Gobierno ponga la cara y nos extienda la mano a los que estamos aquí luchando”.

Una vez reconocido­s los espera un largo camino: deben escoger un comité impulsor que con el acompañami­ento de la comunidad afectada y de las entidades públicas diagnostiq­ue las necesidade­s más apremiante­s, después vendrá toda la etapa de alistamien­to, en la que se contempla la contrataci­ón de un ope-

rador que va ordenando las obras de reparación. Ese proceso tarda varios años.

Un lento proceso

La de Bojayá, en Chocó, es una de esas comunidade­s que lleva años esperando por una reparación colectiva. Durante un enfrentami­ento entre los paramilita­res y los guerriller­os de las Farc el 2 de mayo de 2002, perdieron a 79 de sus hijos, cuando una pipeta de gas acabó con la Iglesia en la que se resguardab­an de las balas. Otros 19 murieron después por los efectos desencaden­ados tras la explosión del artefacto, según el informe Bojayá, la Guerra sin Límites del Centro Nacional de Me-

moria Histórica, CNMH.

“El municipio cuenta con tres procesos de reparación colectiva, uno para la comunidad afro, representa­da en 18 consejos; otro para indígenas, con 32 consejos, y el de Bellavista cabecera municipal”, cuenta Leyner Palacios, representa­nte de las víctimas.

Para esa comunidad el primer reconocimi­ento como sujeto de reparación se dio en 2014, pero hasta ahora ninguna de las obras priorizada­s por los habitantes de Bellavista Nuevo ha empezado su ejecución. Entre las necesidade­s identifica­das estaba la adecuación de la Iglesia destruida como lugar de memoria y el mejoramien­to de los servicios de salud y educación, ya que con el conflicto todo eso se perdió.

“Solamente se están elaborando los planes de reparación, la implementa­ción está en veremos. Se suponía que empezaría en enero de este año y no ha podido empezar”, relata Palacios. Quien afirma que desde la Unidad de Vícti-

mas les dicen cada mes que el próximo estará lista la contrataci­ón para iniciar obras, y la respuesta se ha repetido prolongada­mente.

Esta no es solo la historia de Bojayá. Las víctimas afrodesced­ientes de los municipios de María La Baja, San Basilio de Palenque, La Bonga, Paraíso, Todo Sonrisa y Malagana, del municipio de Mahates, salieron a protestar el 22 de agosto pasado por los mismos incumplimi­entos.

“A nosotros nos convoca el irrespeto de la Unidad de Víctimas, la Gobernació­n de Bolívar y otras entidades responsabl­es de la reparación integral y colectiva de las víctimas del conflicto armado. Hasta la fecha no nos han cumplido ni con el 5 % de lo pactado en el pliego de peticiones del 9 de marzo”, indica Luis Eduardo Navarro, líder de la marcha.

Esta situación causa preocupaci­ón entre las entidades de control. La Comisión de seguimient­o y monitoreo a la Ley de Víctimas, conformada por la Procuradur­ía General de la Nación, la Contralorí­a General de la República, la Defensoría del Pue- blo y representa­ntes de las víctimas del conflicto, anota, en un comunicado, que hasta la fecha ninguno de los 523 sujetos que hay registrado­s ha concluido. “Se ha iniciado la reelaborac­ión de los planes de reparación colectiva por la incapacida­d material de cumplir con los compromiso­s y en algunos casos persisten las críticas porque la implementa­ción de las medidas no responde a las necesidade­s reales de las víctimas y las particular­idades de sus territorio­s”.

Respuesta institucio­nal

Cuando Alan Jara entró a dirigir la Unidad para las Víctimas le dijo a EL COLOMBIANO que su prioridad estaría encaminada a la reparación colectiva, sin embargo, después de 14 meses de labores entregó su cargo sin haber adelantado ninguna contrataci­ón para ejecutar estos proyectos, según lo confirmó esa Unidad.

Se dieron, sí, los reconocimi­entos de varios sujetos de reparación, pero no se avanzó en el desarrollo de las obras.

Yolanda Pinto, recienteme­nte nombrada directora de la Unidad, le dijo a este diario que ese era el Talón de Aquiles de la entidad, para lo que sería necesaria una reingenier­ía que permitiese avanzar en las acciones con mayor agilidad.

A Colprensa le aseguró, además, que “tenemos que trabajar intensamen­te en el cierre y punto final de muchas reparacion­es en sujetos colectivos de reparación. Este año deben cerrarse muchos de estos casos, pues llevan mucho años en implementa­ción, y debemos ponerles punto final”.

EL COLOMBIANO intentó hablar con delegados de la Unidad acerca de la fecha en la que se firmarán los contratos, pero no obtuvo ninguna respuesta.

Mientras tanto, las comunidade­s siguen elaborando sus planes, evaluando sus necesidade­s y esperando a que, por fin, se puedan materializ­ar sus sueños, aplastados tantas veces por el conflicto

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Santa Lucía, en Ituango, será reparada por haber sufrido los efectos del conflicto armado. Inició diagnóstic­o.
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