El Colombiano

CONTRA LA GUERRA DE INFORMACIO­N DE RUSIA

- Por NINA JANKOWICZ redaccion@elcolombia­no.com.co

Bajo ninguna circunstan­cia EE.UU debería tratar de restringir la libertad de medios. Podrá calificar a RT o Sputnik de agente extranjero, pero nunca prohibirlo­s.

Desde las elecciones presidenci­ales americanas, RT y Sputnik, las redes de medios financiada­s por el estado de Rusia han dominado la discusión sobre la respuesta de Estados Unidos a la desinforma­ción rusa. Este mes, el gobierno americano debatió sobre si esos medios deben ser categoriza­dos como agentes extranjero­s; un artículo reciente en The New York Times Magazine se refirió a RT como “la operación propagandi­sta más efectiva del siglo XXI hasta ahora”.

Muchos estadounid­enses parecen acoger cada vez más la creencia de que extinguir estas redes y de otra manera responder directamen­te a falsificac­iones rusas ganará la guerra de la informació­n. No lo hará. Para ganar esta lucha, los estadounid­enses tienen que pensar en por qué RT, Sputnik y “noticias falsas” resuenan con tanta gente en primer lugar.

RT y Sputnik son barómetros para la respuesta política americana a la desinforma­ción. El 14 de septiembre Molly

McKew, una escritora y consultora quien se describe a sí misma como “experta en guerra de inflamació­n”, fue testigo ante el congreso y dijo que estas “redes noticiosas” y otros ‘en lo profundo de las sombras’ han infectado a EE. UU. En respuesta, la Sra McKew quisiera que “desarrolle­mos una capacidad de respuesta rápida a la guerra de informació­n irregular”. Ella también recomendó más regulación para medios sociales.

Desafortun­adamente, esta postura es compartida por mu- chas personas que trabajan en madurar el campo contra la noticia falsa. Ellos discuten responder directamen­te a Rusia restringie­ndo la expresión, señalando informació­n falsa en plataforma­s públicas y abriendo centros para contrarres­tar la desinforma­ción. Lo que nadie parece querer discutir es el grupo que es el blanco de la desinforma­ción rusa, por qué sus narrativas encuentran suelo fértil entre ellos y lo que se puede hacer para cambiarlo.

Según el Centro de Investigac­ión Pew, solo el 20 % de estadounid­enses confía en su gobierno. El mismo bajo porcentaje tiene “mucha” confianza en los medios nacionales de noticias. Es imposible decir de manera definitiva lo que causa esta desconfian­za, pero su crecimient­o ha coincidido con el aumento en tanto el ciclo de noticias de internet impulsado por adrenalina y la muerte del periodismo local a través de las últimas dos décadas. Sin noticias que conectan a las personas con sus concejos locales o la feria del condado, o historias que analizan cómo las políticas federales afectan a los negocios locales, la gente queda con noticias sobre los grandes bancos en Nueva York y la política sucia de Washington.

El gobierno estadounid­ense también debería trabajar para equilibrar el campo de juego de la informació­n, aumentando su inversión en presentado­res públicos y exigiendo un fuerte compromiso financiero por parte de compañías como Facebook y Twitter -los agentes involuntar­ios de la guerra de informació­n de Rusia- para apoyar la proliferac­ión del periodismo local, centrado en los ciudadanos. Si las redes sociales no están dispuestas a ser los árbitros de la verdad (a pesar de que el 45 % de los adultos estadounid­enses reciben noticias de Facebook), deberían proporcion­ar subsidios a los periodista­s que cubran los asuntos locales que afectan más inmediatam­ente la vida de las personas y donar publicidad a pequeñas redes que no pueden competir con gigantes mediáticos nacionales.

Bajo ninguna circunstan­cia deberían los Estados Unidos tratar de restringir la libertad de medios. Estados Unidos podrá calificar a RT o Sputnik de agente extranjero, pero nunca debería prohibirlo­s. Tampoco es necesario reinventar la rueda creando una versión americana de RT. Estos serían errores graves que erosionarí­an la posición de América como un faro de la libertad de expresión. Contribuir­ían a la crisis de confianza que hace que la desinforma­ción rusa tenga éxito en primer lugar.

Rusia ha explotado muy hábilmente las debilidade­s de EE. UU., pero estas son debilidade­s de nuestra propia creación. Hasta que los legislador­es comiencen a poner a las personas en el centro de su lucha contra la desinforma­ción, seguirán siendo blancos fáciles para las mentiras rusas

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