El Colombiano

EL REGRESO DE LOS SALVADORES

- Por DAVID E. SANTOS GÓMEZ davidsanto­s82@hotmail.com

La visita a Colombia del ex presidente ecuatorian­o, Rafael Correa, se convirtió en una bomba de tiempo en Quito. Lo que pretendía ser una gira académica, por la conmemorac­ión del siglo y medio de la Universida­d Nacional, evolucionó en una visita política por la gracia de un atril. A la primera oportunida­d dijo con todas las palabras lo que ha repetido en Twitter desde hace cuatro meses: que en su país lo traicionar­on.

Que Lenín Moreno, el hombre que él mismo escogió para darle continuida­d a la Revolución Ciudadana, está ahora en el bando opuesto y despedaza con furia la herencia social y económica que legó su gobierno. Que las cosas van por mal camino (“Hemos ganado las elecciones” -dijo- “pero es peor que si las hubiéramos perdido”) y que, de ser necesario, tendrá que sacrificar­se y dejar su retiro en Bélgica para volver a Ecuador a enderezar las cosas. ¿De qué manera? Con una constituye­nte a pedido, por supuesto, que reescriba lo que ahora se ha desviado. El distanciam­iento entre Le

nin Moreno y Rafael Correa era previsible e incluso lo habíamos advertido en esta columna semanas después de la elección. El expresiden­te, conocido por su temperamen­to y un ego alimentado por años de liderazgo indiscutib­le, consideró alta traición el estilo propio y las decisiones de su sucesor enfocadas a un acercamien­to con la oposición.

Los trinos de Correa saltaron en junio, antes de que el nuevo presidente cumpliera un mes en ejercicio, y en ellos resonaron cuestionam­ientos y desautoriz­aciones. Moreno no demoró en responder en tono alto y amplió la grieta con su viejo socio al que ahora incluso acusa de vigilarlo desde una cámara instalada en el despacho. Para el exmandatar­io, la acusación es una ridiculez.

Rafael Correa realizó una transforma­ción política y económica de alto impacto en su país, pero no está dispuesto a dejar en manos de otros la siguiente etapa. Todo lo que no tenga su visto bueno es errado y aquello que se aleje de su estrategia política lo define como deserción.

Es una enfermedad compleja de la Latinoamér­ica más reciente. Frente a lo que se analiza como una debacle que frena el continuism­o, la única respuesta es el regreso de los salvadores, porque solo ellos conocen el camino. A nosotros los colombiano­s –como ustedes segurament­e ya se repiten en sus cabezasla historia nos suena trágicamen­te parecida

Lo que pretendía ser una gira académica, evolucionó en una visita política.

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