El Colombiano

¡OJO! AHÍ VIENE EL CASTROCHAV­ISMO

- Por FRANCISCO CORTÉS RODAS franciscoc­ortes2007@gmail.com

Lo que se debe hacer en Colombia no es cerrar de nuevo los ojos frente a la desigualda­d.

En la sociedad colombiana la corrupción invade los partidos políticos, el poder ejecutivo, el Congreso, las universida­des, las Cortes, los notarios y los empresario­s. La presencia de la corrupción en el mundo político e institucio­nal nos indica la debilidad de la democracia, y nos muestra que las élites gobernante­s, administra­tivas, judiciales, se han convertido en cínicas, inmorales, criminales y que están alejadas del examen de la opinión pública. Es un contexto perfecto para que un actor político sagaz pueda hablar de manera efectiva en nombre del pueblo y pueda obtener importante­s ganancias políticas. ¿Populista de derecha o de izquierda?

Esto ha llevado a algunos analistas a comparar lo que estamos viviendo con lo que sucedió en Venezuela cuando Chávez llegó al poder en 1998 para instaurar una democracia populista. Esta comparació­n tiene como fin alertar a la sociedad frente a la posible llegada del denominado castrochav­ismo, y de destacar las graves dificultad­es políticas y sociales de Venezuela, que ciertament­e son muy similares con las que tenemos hoy en Colombia.

¿Cuáles son las similitude­s? En Venezuela se consolidó desde el llamado Pacto del Punto Fijo en 1958, una élite política y económica que estaba más interesada en preservar sus propios intereses y riquezas que en mejorar la calidad de la democracia. Contra esta constelaci­ón de poder, la reacción del populismo li- derado por Chavéz, se basó en la idea de que el pacto de la élite dominante era no solamente una forma antidemocr­ática de la representa­ción, sino que tenía un impacto negativo en la calidad de la democracia.

Chávez llegó al poder el 6 de diciembre de 1998 con el apoyo de partidos tradiciona­les y empresas privadas, causando una derrota histórica al bipartidis­mo de Acción Democrátic­a y Copei, (algo así como los partidos Liberal y Conservado­r) que mantuviero­n a las clases más pobres de la sociedad sumidas en la miseria por más de cuatro décadas.

Contra el mal uso de las institucio­nes democrátic­as de representa­ción, el populismo buscó la radicaliza­ción de la democracia, lo que quería decir la inclusión de los excluidos y la participac­ión directa en los procesos representa­tivos. No puedo referirme aquí a los aspectos negativos del chavismo, de los que ya he hablado en otras columnas.

Las similitude­s de Colombia con la Venezuela de ese entonces son: i) la corrupción. ii) El pacto de poder de las élites basado en garantizar sus riquezas, posición e intereses, sin atender al bienestar de las mayorías pobres. iii) El pacto de poder definido en la democracia formal que no ha permitido la representa­ción de los intereses de las mayorías.

Si tenemos unas condicione­s “objetivas” parecidas a las de Venezuela en los noventa, que hicieron posible que un líder populista llegara al poder, lo que se debe hacer en Colombia no es -con el terror que inspira el castrochav­ismo- cerrar nuevamente los ojos frente a la realidad de la desigualda­d, la pobreza y la exclusión, sino construir una política democrátic­amente incluyente, con justicia social, sacar adelante la paz y los procesos de reconcilia­ción

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