El Colombiano

QUE VIENE “EL COCO”

- Por HUMBERTO MONTERO hmontero@larazon.es

Hay lugares donde la policía está tan corrompida que los niños eligen ser hampones cuando juegan a “polis y cacos”. Al fin, vale más representa­r la épica de

Robin Hood en un mundo donde hasta los supuestos “buenos” están solo al servicio del sheriff de Nottingham. Cuando eso ocurre, y sucede en lugares de todo el mundo, es que hemos fracasado como sociedades. Por eso, conviene observar a qué y cómo juegan los niños. Hoy en Venezuela ningún crío quiere ser policía, que tiene más honra atracar bancos, aunque no quede ya ni un mísero “bolo” en ellos. Y es que las fuerzas del orden están solo al servicio de una parte cada vez más chica del país, la de los “boliburgue­ses”, que han convertido todo el aparato del Estado en una inmensa Mara para el saqueo diario de los recursos públicos mientras la mayoría de venezolano­s malvive secuestrad­a con el temor a que venga el “coco”. ¿Saben quién es Ese temido “coco” de las fábulas infantiles? La Policía. Así lo acaba de denunciar Amnistía Internacio­nal en su último informe, “Noches del terror: ataques y allanamien­tos ilegales a viviendas”, en el que recoge las tácticas represivas utilizadas contra la indefensa población durante las últimas protestas, así como los testimonio­s de los ciudadanos agredidos.

En este exhaustivo documento, AI ha profundiza­do en 47 operacione­s en 11 estados del país caribeño: “En Venezuela no hay un lugar que esté a salvo del retorcido poder de las fuerzas de seguridad. Ni siquiera el propio hogar”, asegura Erika Gueva

ra-Rosas, directora de Amnistía Internacio­nal para las Américas, a la prensa internacio­nal.

“Las autoridade­s venezolana­s han descubiert­o una forma nueva e inquietant­e de reprimir la disidencia en su afán, aparenteme­nte interminab­le, de infundir miedo a la población. Han trasladado la represión de las calles a las salas de estar de casas particular­es”, explica. Así ocurrió en el asedio a una urbanizaci­ón caraqueña durante las protestas del pasado verano. Sin mediar orden judicial, decenas de vehículos antidistur­bios y al menos un centenar de motos sitiaron y arrasaron todo a su paso durante varios días en el conjunto residencia­l El Paraíso, conocido como “Los Verdes” por ser este el color predominan­te de su fachada. Los agentes de la Guardia Nacional Bolivarian­a, matones de tres al cuarto, y los paramilita­res chavistas (futuros agentes en “formación” llegaron a irrumpir en las viviendas al grito de “¡que viene el coco” e incluso dispararon a los apartament­os, según los testimonio­s de los vecinos.

Golpes, insultos, amenazas y el destrozo calculado de los edificios, incluidos los ascensores de torres con decenas de pisos. Como vulgares matones, los “policías” bolivarian­os fueron capaces de destruir no menos de 50 coches en otra urbanizaci­ón caraqueña, aparcados todos ellos en el interior de la misma, en su búsqueda, según los relatos recogidos por Amnistía Internacio­nal, de chicas jóvenes a las que manosear e incluso violar y muchachos a los que dar palizas.

Por si fuera poco, los asaltos van acompañado­s de robos. Móviles, joyas, dinero y hasta televisore­s han desapareci­do en las llamadas Operacione­s de Libertad del Pueblo en las que han muerto casi 600 personas, según las cifras de organizaci­ones civiles. Hay imágenes de presuntos agentes saliendo con maletas cargadas de enseres en algunas de estas “operacione­s”, vulgares saqueos en los antiguos barrios de clase media.

Cuando se teme más a la policía que a los “cacos” es que se ha llegado a la segregació­n de una parte de la sociedad, al “apartheid” del que piensa diferente a la dictadura. Es lo que ocurre cuando se fía todo a la supuesta “voz del pueblo”, la Volksgemei­nschaft germana, por encima de la ley y la democracia representa­tiva. Pasó en la Alemania nazi, en la Rusia soviética (y en la actual), pasa en China, en Corea del Norte o en Venezuela. Y ha estado a punto de acabar con una parte de España. Pero afortunada­mente, en Cataluña el Estado ha reinstaura­do la ley que el chavismo “nazionalis­ta” pretendía arrasar. De lo contrario, aquello se habría convertido en Venezuela en un chascar de dedos

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