QUE VIENE “EL COCO”
Hay lugares donde la policía está tan corrompida que los niños eligen ser hampones cuando juegan a “polis y cacos”. Al fin, vale más representar la épica de
Robin Hood en un mundo donde hasta los supuestos “buenos” están solo al servicio del sheriff de Nottingham. Cuando eso ocurre, y sucede en lugares de todo el mundo, es que hemos fracasado como sociedades. Por eso, conviene observar a qué y cómo juegan los niños. Hoy en Venezuela ningún crío quiere ser policía, que tiene más honra atracar bancos, aunque no quede ya ni un mísero “bolo” en ellos. Y es que las fuerzas del orden están solo al servicio de una parte cada vez más chica del país, la de los “boliburgueses”, que han convertido todo el aparato del Estado en una inmensa Mara para el saqueo diario de los recursos públicos mientras la mayoría de venezolanos malvive secuestrada con el temor a que venga el “coco”. ¿Saben quién es Ese temido “coco” de las fábulas infantiles? La Policía. Así lo acaba de denunciar Amnistía Internacional en su último informe, “Noches del terror: ataques y allanamientos ilegales a viviendas”, en el que recoge las tácticas represivas utilizadas contra la indefensa población durante las últimas protestas, así como los testimonios de los ciudadanos agredidos.
En este exhaustivo documento, AI ha profundizado en 47 operaciones en 11 estados del país caribeño: “En Venezuela no hay un lugar que esté a salvo del retorcido poder de las fuerzas de seguridad. Ni siquiera el propio hogar”, asegura Erika Gueva
ra-Rosas, directora de Amnistía Internacional para las Américas, a la prensa internacional.
“Las autoridades venezolanas han descubierto una forma nueva e inquietante de reprimir la disidencia en su afán, aparentemente interminable, de infundir miedo a la población. Han trasladado la represión de las calles a las salas de estar de casas particulares”, explica. Así ocurrió en el asedio a una urbanización caraqueña durante las protestas del pasado verano. Sin mediar orden judicial, decenas de vehículos antidisturbios y al menos un centenar de motos sitiaron y arrasaron todo a su paso durante varios días en el conjunto residencial El Paraíso, conocido como “Los Verdes” por ser este el color predominante de su fachada. Los agentes de la Guardia Nacional Bolivariana, matones de tres al cuarto, y los paramilitares chavistas (futuros agentes en “formación” llegaron a irrumpir en las viviendas al grito de “¡que viene el coco” e incluso dispararon a los apartamentos, según los testimonios de los vecinos.
Golpes, insultos, amenazas y el destrozo calculado de los edificios, incluidos los ascensores de torres con decenas de pisos. Como vulgares matones, los “policías” bolivarianos fueron capaces de destruir no menos de 50 coches en otra urbanización caraqueña, aparcados todos ellos en el interior de la misma, en su búsqueda, según los relatos recogidos por Amnistía Internacional, de chicas jóvenes a las que manosear e incluso violar y muchachos a los que dar palizas.
Por si fuera poco, los asaltos van acompañados de robos. Móviles, joyas, dinero y hasta televisores han desaparecido en las llamadas Operaciones de Libertad del Pueblo en las que han muerto casi 600 personas, según las cifras de organizaciones civiles. Hay imágenes de presuntos agentes saliendo con maletas cargadas de enseres en algunas de estas “operaciones”, vulgares saqueos en los antiguos barrios de clase media.
Cuando se teme más a la policía que a los “cacos” es que se ha llegado a la segregación de una parte de la sociedad, al “apartheid” del que piensa diferente a la dictadura. Es lo que ocurre cuando se fía todo a la supuesta “voz del pueblo”, la Volksgemeinschaft germana, por encima de la ley y la democracia representativa. Pasó en la Alemania nazi, en la Rusia soviética (y en la actual), pasa en China, en Corea del Norte o en Venezuela. Y ha estado a punto de acabar con una parte de España. Pero afortunadamente, en Cataluña el Estado ha reinstaurado la ley que el chavismo “nazionalista” pretendía arrasar. De lo contrario, aquello se habría convertido en Venezuela en un chascar de dedos