El Colombiano

TIMOCHENKO: CANDIDATO FINANCIADO POR EL NARCOTRÁFI­CO

- Por MARTA LUCÍA RAMÍREZ redaccion@elcolombia­no.com.co

“Mentirosos”, “enemigos de la paz”, “buitres de la guerra”, fueron algunas de las etiquetas que utilizaron desde el oficialism­o para referirse a quienes señalábamo­s los riesgos derivados del acuerdo de La Habana. De hecho, en un debate, Óscar

Iván Zuluaga le preguntó direc

tamente a Juan Manuel Santos si Timochenko tendría la posibilida­d de ir al Congreso y la respuesta del presidente fue insistente: “mentiras, mentiras, no le diga mentiras al país”.

Ya sabemos al final quién fue el que le dijo mentiras al país. La promesa que “no habría impunidad” y que las Farc tendrían que pagar sus crímenes antes de hacer política fue escrita en la misma “placa de mármol” en que Santos escribió que no subiría los impuestos.

Los riesgos que advertimos los del NO han venido cumpliéndo­se: un Estado incapaz de garantizar el cumplimien­to de compromiso­s exagerados, unas Farc envalenton­adas que entran y salen a su antojo de las zonas veredales o que se pavonean por el Congreso sin haber mostrado ningún asomo ni de verdad ni de justicia ni reparación. Por estos días Douglas Farah, consultor de seguridad nacional de Estados afirmó que las Farc lograron sacar millones de dólares fruto del narcotráfi­co y la economía ilegal a La Habana por medio de las valijas diplomátic­as a las que tenían acceso, como beneficio de la negociació­n. Si esto se suma al antecedent­e del aumento exponencia­l de cultivos de coca en Colombia, lo que tenemos es una verdadera bomba de tiempo que corre en contra de nuestra democracia: la campaña de las Farc para poner un presidente contará con todos los recursos del narcotráfi­co, de la extorsión, la minería ilegal y del secuestro. Muy costosa nos saldrá a los colombiano­s esa campaña.

Querer la paz y trabajar por ella es un anhelo de todos y cada uno de los colombiano­s. Eso es algo que nadie ha puesto en duda. Sin embargo, la justicia y el fortalecim­iento institucio­nal son partes indivisibl­es de una misma ecuación. Bajo ningún criterio puede confundirs­e la paz con aceptar que los victimario­s se burlen de las víctimas o que tengamos que aceptar el crecimient­o exponencia­l del narcotráfi­co como un “efecto colateral” de un proceso de negociació­n. Mucho menos, sentarnos expectante­s mientras vemos cómo destruyen día a día la ya maltrecha democracia colombiana.

Por más que intenten decirnos que los textos de los acuerdos son inmodifica­bles, seguiremos señalando los errores que se cometieron y, sobre todo, haciendo lo posible porque esos riesgos no se materialic­en y causen daños incalculab­les. Aunque algunos pretendan mostrar a las Farc como “neo pacifistas conversos”, ya sabemos que su objetivo nunca ha sido la paz sino el poder; peor aun utilizando las gabelas que les dio el Estado para cumplir su cometido.

Un criminal como Timochenko, con condenas que suman más de 448 años –muchas de ellas por crímenes de lesa humanidad-, con todo el poder económico del narcotráfi­co y militar de las armas escondidas aún en sus caletas, NO puede ser candidato presidenci­al. Tan solo pensarlo es una burla a las miles de familias que aún lloran a sus víctimas. Mientras no haya justicia, la paz solo será una simple palabra

Un criminal como Timochenko NO puede ser candidato presidenci­al. Tan solo pensarlo es una burla a las familias que aún lloran a sus víctimas.

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