El Colombiano

El elemental origen de las cosas de la ciudad

Puentes, estatuas e iglesias que parecen obvias no han estado siempre en Medellín.

- Por JOHN SALDARRIAG­A

Las estatuas del Libertador Simón Bolívar las encontramo­s en la mayoría de parques y plazoletas, al punto que nos resultan más familiares que la cara de una tía.

Por eso, es fácil que cualquier persona, sin pensar mucho en ello, crea que han existido desde que el mundo es mundo. O al menos, desde que el guerrero, al final de la última batalla, dio la espalda al campo sembrado de cadáveres, pasó una estopa por el acero de su espada para retirarle esa fastidiosa sustancia viscosa y roja, la enfundó en su cinto y dio dos espuelazos en los ijares de su caballo Palomo y se fue al galope.

Sin entrar en detalles tales como si ese caballo en efecto era Palomo u otro, digamos que las estatuas y bustos de Simón Bolívar se tomaron su tiempo para quedar instaladas de manera definitiva en los espacios públicos de las ciudades.

Cuenta Germán Suárez Escudero, integrante de la Academia Antioqueña de Historia, que la primera imagen de Bolívar a la que se le rindió tributo no era de bronce ni de piedra ni de concreto. Ni siquiera de yeso. Era la talla de una cabeza del venezolano hecha en madera, la cual ponían sobre una mesa en la entrada del templo de la Candelaria. Los estudiante­s de colegios desfilaban frente a ella y depositaba­n flores ante su quieta mirada de palo. Según él, eso fue un culto tardío, de finales del siglo XIX.

Como dato curioso, mencionemo­s que al historiado­r Suárez Escudero le sonrió la suerte un día: encontró en 2010 esa talla en madera del Libertador en una tienda de antigüedad­es de Medellín, olvidada entre baratijas centenaria­s, y la adquirió por un precio de risa, que no revela.

La primera estatua del Libertador pegada en un lugar público no fue ni siquiera en Medellín: fue en Santa Rosa de Osos, es una obra del escultor de ese municipio Waldo Rodríguez y fue inaugurada el 24 de Agosto de 1894. Su costo fue de $400. Para la realizació­n de ella le sirvió de modelo un retrato del Libertador enviado por uno de sus amigos. Estos datos los suministra­n Jorge Cárdenas y Tulia Ramírez de Cárdenas en su libro La Evolución de la pintura y la escultura en Antioquia.

El amoblamien­to de una ciudad, dice el historiado­r, es un tema importante, al que pocos le prestan interés.

La primera plaza pública es la de la Candelaria. En la Colonia se llamó Plaza Mayor; en la Independen­cia, Plaza de Zea y, cuando acordaron instalar el busto de Pedro Justo Berrío, en 1895, se llamó Plaza de Berrío.

Para mencionar un solo asunto más, digamos que según Mario Arango Jaramillo, Augusto Peinado Navarro y Juan Santa María, en su libro Comunicaci­ones y correos en la historia de Colombia y Antioquia (Bogotá, Ed. Gente Nueva), el primer correo llegó a Medellín el 1 de octubre de 1777, según informe del Jefe de la Real Administra­ción de Correos de Medellín, Antonio Abad del Valle.

“Primeramen­te doy en data, en 1 de octubre del año 1777, tres tomines de oro pagados a Juan Antonio Correa, conductor de ordinario que vino desde el sitio de Yolombó en dicho día con las correspond­encias que se dirigieron para dar principio al establecim­iento de la renta de en esta villa de Medellín”.

Seis historias, de seis primeras cosas de Medellín

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