El Colombiano

Otro plan contra el Alcalde

La Fiscalía acaba de desvelar otro supuesto plan para asesinar a Federico Gutiérrez. Su voz y su lucha contra el crimen organizado originan estas amenazas a las que se debe prestar atención. Por él y por lo que la ciudad se juega.

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Alos 23 meses de haber asumido el reto de gobernar a Medellín, aparece en escena la versión sobre un tercer complot de estructura­s criminales para atentar contra el Alcalde. La alerta la da la Fiscalía, pero la preocupaci­ón y las inquietude­s deben extenderse a toda la institucio­nalidad y la ciudadanía.

Que el jefe del gobierno local esté en la mira de la delincuenc­ia organizada, ya de manera reiterada, plantea reflexione­s de doble vía: la primera es que sí se está logrando sacar a las bandas y capos más peligrosos de su zona de confort y que han tenido efecto los reclamos de Federico Gutiérrez para que las puertas de la justicia no sean giratorias: que solo semanas o meses después de ser capturados, estos sujetos estén de nuevo en las calles, a sus anchas.

Ello también implica un esfuerzo mayor de investigac­ión judicial y policial, para soportar con pruebas más sólidas la privación de la libertad de delincuent­es con gran capacidad de mutación y reorganiza­ción de sus actividade­s y perfiles criminales. Esos que envuelven a Medellín en ciclos de violencia e ilegalidad interminab­les y disímiles, cada vez más rechazados desde la base ciudadana y más contrarios al desarrollo urbano.

La segunda lectura de este plan criminal está en su origen: que provenga, según la Fiscalía, de alias “Carlos Pesebre”, Freyner Ramírez García, uno de los máximos cabecillas de la llamada “Oficina”, que estuvo ante la posibilida­d inminente de salir de prisión, y a quien se señala su capacidad de influir en numerosos barrios del Occidente (Robledo), en torno a la quebrada La Iguaná y la Vía al Mar y a Urabá.

Si además de pensar en la gran dinámica de esa riqueza cuyo flujo se afianzará más entre Medellín y los puertos de la región, con base en las autopistas de cuarta generación, se detalla el valor estratégic­o de ese corredor en relación con el crimen organizado, entonces es posible comprender “el malestar” de las bandas y sus cúpulas frente a los golpes policiales y los bloqueos jurídicos a las boletas de libertad que ha logrado el alcalde Gutiérrez.

Es sobre los cordones -y las rutas y las bandas- de las laderas Oriental y Occidental de la ciudad en donde se han logrado capturas muy significat­ivas los dos últimos años. Contra estructura­s como Caicedo, sobre el trazado de la quebrada Santa Elena y que atenaza el Centro de Medellín, y de Belén y Robledo, en su conexión amplísima con el Atrato y el Golfo de Urabá.

Hay además un impacto social y cultural palpable en tareas barriales de la Alcaldía, en sus barridos posteriore­s a la acción policial, con el objetivo de deshacer el influjo de los combos en la cotidianid­ad de las co- munidades: Castilla y Pedregal son un ejemplo.

Los resultados lentos de estas acciones -que por supuesto no pueden entenderse como ideales y acabados-, pero en especial que el Alcalde mantenga una actitud vertical y decidida de confrontac­ión a estas estructura­s criminales están desencaden­ando riesgos. Riesgos que deben minimizars­e con la protección y el respaldo unánimes del Gobierno Nacional y el conjunto de las institucio­nes locales y la ciudadanía.

Aunque se deban sopesar con prudencia y equilibrio las ejecutoria­s de Federico Gutiérrez a mitad de su gobierno, según las perspectiv­as y los intereses de los críticos, hay que aceptar en materia de seguridad el paso a una postura de mayor autocrític­a y franqueza sobre las amenazas graves y complejas que aún gravitan sobre Medellín y que él denuncia y ataca.

El efecto inmediato de esta gestión menos silenciosa y distante, ante el auge de mafias y pandillas organizada­s y poderosas, es esta racha de planes contra un alcalde al que se le puede cuestionar su estilo personal para enfrentar los problemas de seguridad, pero que sin duda ha destapado la profundida­d e implicacio­nes de la penetració­n de la ilegalidad en las diferentes capas de la sociedad medellinen­se

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ILUSTRACIÓ­N ESTEBAN PARÍS

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