El Colombiano

“PAZ”, COCA Y FUERZA PÚBLICA

- Por RAFAEL NIETO LOAIZA rafaelniet­oloaiza@yahoo.com

Nos prometiero­n “la paz” y la tal paz no aparece por ningún lado. Por un lado, porque el pacto con las Farc contiene un conjunto de incentivos perversos al narcotráfi­co y la historia de Colombia muestra que el narcotráfi­co es el motor del conflicto y la gasolina de la violencia. Entre más alto es el número de hectáreas de narcoculti­vos, mayor es el ingreso y el poder de los grupos criminales involucrad­os en el negocio y, por tanto, mayor es su capacidad de delinquir y de matar. Por el otro, porque en paralelo el gobierno de Santos no ha hecho otra cosa que afectar de manera negativa la capacidad de acción de la Fuerza Pública.

Los incentivos perversos al narcotráfi­co empezaron durante la negociació­n. Primero, y por solicitud de las Farc, el gobierno suspendió la fumigación aérea. El argumento de que la Agencia contra el Cáncer de la OMS dijo que el glifosato “podría” generar linfoma de No Hodgkins es falaz. Y en todo caso el Ministerio de Salud no ha dicho ni ha hecho nada contra los otros productos y actividade­s que “podrían” generar cáncer ni contra los que se tiene certeza de que sí lo generan. No es curioso que se haya alegado el informe de la Agencia para suspender la fumigación aérea: el informe es solo una excusa para enmascarar una decisión política, la de no atacar los cultivos ilícitos y complacer a las Farc. En consecuenc­ia, después de suspender la fumigación, paró toda erradicaci­ón forzada.

Más adelante, Santos acordó cinco incentivos adicionale­s: uno, estableció que la erradicaci­ón debería ser manual y voluntaria; dos, una salva guardia dedos años para no perseguir penalmente a los campesinos n arco cultivador­es( hoy son muy pocos los procesos penales contra n arco cultivador­es y menos aún las condenas, pero la salvaguard­ia envía un mensaje pésimo de impunidad ); tres, el pago de mensualida­des al osn arco cultivador­es si, por fin, deciden erradicar; cuatro, la prohibició­n de extraditar a los narcotrafi­cantes de las Farc y las de sus familiares; y quinto, la posibilida­d de que el narcotráfi­co sea considerad­o como un delito conexo a los delitos políticos y por tanto indultable y amnistiabl­e (siempre que, por supuesto, el responsabl­e sea de las Farc. Para los demás narcos no cabe esa interpreta­ción).

En el desarrollo del pacto, Santos ha creado nuevos incentivos. Primero, no ha exigido a las Farc la entrega de la informació­n indispensa­ble sobre rutas, laboratori­os, pistas, cultivos y socios de su actividad como narcotrafi­cantes. Después, porque ha montado una enorme operación de lavados de activos, a través del decreto 903, que permite la legalizaci­ón de la fortuna criminal de las Farc y ponerla a su disposició­n para la realizació­n de sus actividade­s políticas y económicas después de su desmoviliz­ación. Finalmente, proponiend­o ahora la legalizaci­ón definitiva de la coca por vía de autorizar los cultivos de hasta 3,8 hectáreas.

En esas condicione­s, tenemos el mayor número de narcoculti­vos de nuestra historia. Y aunque resulta sorprenden­te que el mar de coca en que ya estamos sumergidos no sea aún mayor, no sorprende que los grupos criminales vinculados al narcotráfi­co, “disidencia­s” de las Farc, Eln y bandas criminales, sean cada vez más y más poderosas. Ni que el microtráfi­co y el consumo de drogas estén disparados.

Para luchar contra semejante tragedia, deberíamos tener una Fuerza Pública fuerte y efectiva. En cambio, santos no ha hecho nada distinto que golpearla una y otra. En las Fuerzas Militares y la Policía hay fisuras entre el mando y el resto de la institució­n, se les recortó el presupuest­o, les disminuyer­on la capacidad operativa y se les desmanteló buena parte de la inteligenc­ia. Para rematar, no tienen moral de combate y están muertos del miedo de que los lleven a la infame JEP. Hay que revertir semejante situación, recuperar el liderazgo efectivo del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, el Presidente de la República, cerrar las fisuras y recuperar un mando creíble y legítimo en el generalato

Y aunque resulta sorprenden­te que el mar de coca en que ya estamos sumergidos no sea aún mayor, no sorprende que los grupos criminales vinculados al narcotráfi­co, “disidencia­s” de las Farc, Eln y bandas, sean cada vez más y más poderosos.

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