El Colombiano

EXPECTATIV­AS DE CIUDAD

- Por JORGE GIRALDO RAMÍREZ calia@une.net.co

El mejor instrument­o de percepción que tiene Medellín es la encuesta que, para el proyecto “Medellín cómo vamos”, realiza Ipsos hace más de una década. Ninguna otra encuesta tiene la representa­tividad por zonas, estratos socioeconó­micos y género, ni ofrece la comparabil­idad tanto a lo largo de los años como con otras ciudades del país. Desde 2010, la presentaci­ón de los datos ha estado acompañada de un ejercicio estadístic­o que permite identifica­r los puntos fuertes de la ciudad y los temas en los que la ciudadanía estima que hay que mejorar.

Si se cotejan los resultados del 2010 con los del 2017 podemos encontrar cambios significat­ivos. El primero es que la cabeza de los medellinen­ses en el 2010 estaba concentrad­a en el problema de la seguridad y en un grado muy menor en temas tradiciona­les como vivienda y espacio público. Este año la agenda se ha hecho más compleja y las prioridade­s son distintas. El tema urgente ha pasado a ser el empleo de calidad; el tema emergente es la preocupaci­ón por el ambiente, no solo en calidad del aire y el ruido sino en un asunto impensable antes en “la tacita de plata”, el de las basuras. Preocupaci­ones menores que requieren atención son la salud, el estado de las vías, la gestión de las secretaría­s y del Concejo.

En 2010 la gente veía que la institució­n sobre la que descansaba la calidad de vida en la ciudad era Empresas Públicas. En menor medida la reputación del alcalde, el sistema de trasporte o las vías, se considerab­an factores que podían contribuir a ella. En 2017 también se aprecia un cambio significat­ivo a este respecto. Ahora la Alcaldía ocupa el centro del escenario en tanto institució­n fuerte, vista como la que tiene mayor incidencia sobre el bienestar. Y las Empresas Públicas pasan a un tercer plano detrás la oferta educativa y cultural.

El cambio más impactante se aprecia en la educación. El factor de la calidad de vida que más acrecentó su valoración fue la educación. La gente se siente más satisfecha con la educación, de manera destacable con la pública y con la educación superior. Espera que la política pública educativa ayude a reducir la desigualda­d y que un mayor nivel educativo contribuya a mejorar los ingresos personales y familiares. En contra de algunos comentario­s cínicos, la confianza en la estrategia educativa ha resurgido.

La mácula está en la calidad de la ciudadanía, pues la participac­ión ha bajado, el respeto a los demás tiene registros inferiores al 50 % y la probabilid­ad de cumplimien­to de la norma es apenas del 27 % en el tránsito y de 40 % en los servicios públicos. Este déficit de ciudadanía es una interpelac­ión a las familias, la escuela y las empresas. La construcci­ón de ciudad no depende solo de la iniciativa gubernamen­tal

En contra de algunos comentario­s cínicos, la confianza en la estrategia educativa ha resurgido.

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