¿SOLO PARA SENSATOS?
La prudencia, vigilancia y atención son virtudes cercanas al mundo de la sabiduría.
Ahora bien, si vivimos en un mundo sin esperanza de un encuentro con Dios, Sabiduría y salvación, entonces no es necesario vigilar y estar atentos puesto que nada esperamos; bastaría con ser sensatos y precavidos. El evangelio hoy, presenta cierto grado de dificultad, si no tenemos presente la orientación escatológica (final, para qué…) que resulta definitiva para su recta comprensión.
Los seres humanos podemos ser sensatos y precavidos, valiosos, como las cinco vírgenes prudentes, sobre todo, si nos comparamos con otros, menos previsivos, sensatos e inteligentes, como las vírgenes necias del Evangelio. La pregunta, aunque no explícita, es: ¿Ser inteligente, astuto…, para qué? ¿para quién? ¿Sólo para salir al encuentro del esposo…del reino que esperamos? ¿Esto qué implica?
Esta palabra de Dios, cuando estamos orientados a concluir un año más, nos invita a un período de cierre y balance; de examen de vida que puede iluminar la realización, el sentido de lo que hemos alcanzado.
Nuestra vida refleja tiempos de cambio, de espera y paso a nuevas condiciones, pero tiene otro elemento de fondo a considerar, que aparece en la parábola. Cinco Vírgenes eran prudentes y cinco eran descuidadas. Todas estaban a la “espera” del esposo, para su boda. (Salvación).
Las prudentes, tenían previsto el aceite suficiente de sus lámparas, por la demora del esposo. Las necias, no. Ser prudente, inteligente, sensato es una virtud; pero no necesariamente significa ser sabio, santo. Esas mismas vírgenes, eran egoístas. Cuando la inteligencia y competencia están planteadas desde el individuo, sus intereses particulares; pero no sobre la vida, intereses de los demás, no alcanza para llegar a la Sabiduría.
Nuestra cultura hoy, estimula la competencia individual; busca obtener logros para sí, para cada persona. En una carrera o competencia con 10 carriles (competidores) los resultados positivos, solo son para el ganador. Uno entre 10.
En este mundo, celebramos, que el ganador sea solo el 10 %, con respecto a todos los que compiten. Este resultado nos parece normal y bueno, por la capacidad de competir que tiene y ofrece, donde de 10 uno es el ganador, el bueno, el pilo y astuto; pero el 90%, resulta perdedor, descalificado y desconocido.
Planteamos un mundo que estimula la competitividad, para exaltar la excelencia…cierto, pero ignorando a los otros, excluyéndolos y, sobre todo, eliminando cualquier sentido de solidaridad y de bondad cuando lo deseable debería ser, el mundo del bien común; un mundo donde no gane solo uno, sino que ganemos todos. ¿No será un mundo más cercano al sentir de Dios, que no ofrece la salvación solo para los sensatos y prudentes, sino para los que lo son, pero igualmente son “solidarios” con todos los que no tienen o no pueden ser tan sensatos o inteligentes como otros? ■