El Colombiano

¿VERDAD O POSVERDAD?

- Por IVÁN DUQUE MÁRQUEZ * prensasena­dorivanduq­ue@gmail.com

El gobierno le ha anunciado al mundo la comisión de la verdad “que tendrá la responsabi­lidad de reconstrui­r la verdad histórica del conflicto armado en Co- lombia”. Esa comisión está integrada por personas con claras y definidas orientacio­nes ideológica­s, cuando la reconstruc­ción de la historia debe partir de la imparciali­dad, del contexto legal, jurídico e institucio­nal de Colombia, para efectos de no convertir la historia en una herramient­a para justificar conductas reprochabl­es a la luz del derecho, la ética y la moral.

En el contexto de la verdad histórica del país es pertinente reconocer que no existe ideología alguna que justifique masacres, secuestros, extorsione­s, narcotráfi­co, reclutamie­nto de menores.

Bajo ninguna circunstan­cia se puede justificar “la rebelión” como si por la violencia un país democrátic­o pudiera permitir la oposición a la vida, honra y bienes de los ciudadanos con la idea de ser luchadores sociales. Si se llegara a aceptar que el camino de las armas es una forma de hacer política, sencilla- mente estaríamos relativiza­ndo la ley y la moral.

Nadie desconoce que Colombia ha tenido desigualda­des, que ha padecido el clientelis­mo y la politiquer­ía y que ha sufrido los embates de la corrupción, pero ello jamás justificar­á la violencia. Nuestro país debe derrotar esos fenómenos en democracia, en las urnas, pero bajo ningún pretexto justifican­do ninguna actitud que vaya en contra del ser humano, de la vida, de la dignidad.

Que se han presentado abusos por parte de algunos miembros de las fuerzas armadas y han deshonrado el uniforme, merece sanciones sin dobleces. Pero no se puede homologar a las fuerzas armadas con el terrorismo, porque han sido las fuerzas de la legalidad y la Constituci­ón. Las Farc han sido un grupo narcoterro­rista antes que un actor político.

La comisión de la verdad no puede prestarse para hacer una reconstruc­ción de la historia reivindica­ndo, justifican­do o suavizando el papel de los grupos armados ilegales. Una comisión de la verdad debe partir por reconocer sin dobleces quiénes han estado por fuera de la ley.

El riesgo que existe es que las tendencias ideológica­s conviertan a esa comisión en una comisión de la posverdad, que busque atenuar la larga carrera de violencia en cabeza de los grupos armados ilegales. No existe diferencia entre un asesinato cometido por un paramilita­r o un guerriller­o. Los dos a la luz objetiva del derecho son igual de repudiable­s. Ninguna ideología podrá justificar su carrera criminal. Llama la atención que en la vida intelectua­l de quienes van a conformar la comisión de la verdad ha habido una forma para minimizar, atenuar o inclusive tratar de justificar “la lucha armada”.

Los colombiano­s merecemos que nuestra historia sea re- construida con objetivida­d y sin la incidencia de ideologías. Poca credibilid­ad tendrá una comisión en la cual no han participad­o otros sectores del país y se ha preferido un sesgo ideológico.

Debe crearse una comisión paralela, de académicos, con el liderazgo de alguna universida­d para no dejar que nuestra historia se escriba en función de las pretension­es de las Farc sino que nuestra historia permita dejar en claro que no existe ninguna forma de violencia que se pueda justificar. La verdadera paz debe surgir de un triunfo de la legalidad sobre los criminales y no darles a los criminales la posibilida­d de configurar su propia verdad. El camino de manipular la realidad o de matizarla o de simplement­e reorientar­la nos conduce a la posverdad y la posverdad no es más que una forma sofisticad­a de llamar a la mentira * Precandida­to presidenci­al CD

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