REACTIVACIÓN ECONÓMICA
El mediocre crecimiento económico que tendremos este año, que según el FMI será del 1,7 %, con una perspectiva del 2,8 % para 2018, llevó a que un diario económico nacional les consultara a cinco decanos de economía de las más reconocidas universidades del país en este campo sobre sus recetas para la reactivación económica.
Atender la academia en estos asuntos, como en todos los pertinentes al desarrollo económico y social de nuestra Colombia, siempre va a ser importante. Eso sí, ojalá en un adecuado equilibrio de representación de las diferentes posturas ideológicas e imaginarios que correspondan a objetivos de equidad e intereses generales.
Las respuestas tuvieron en parte los lugares comunes de siempre: reforma tributaria, desarrollo de infraestructura, reforma pensional. Todos temas importantes (alguno urgente como lo es el pensional). Sin embargo, me parece que esos asuntos se quedan cortos frente al reto de lograr una verdadera transformación que reactive la economía y nos beneficie a todos. Creo que hay que sacudirse de los paradigmas económicos de siempre, de las recetas de siempre, e imaginarse una salida integral, atrevida, disruptiva a este adormecimiento económico perpetuo colombiano, agitado solamente por la eventual bonanza cafetera o petrolera.
Los decanos de Eafit y los Andes propusieron una mirada más profunda. Llevaron la discusión a un plano más integral y de largo plazo que es necesaria para salir del marasmo económico. Con diferentes palabras hablaron sobre la necesidad de la diversificación económica y un cambio estructural de la base productiva del país. Ya sé que tampoco es un tema nuevo, pero es importante que se insista en él. Tenemos una vergonzosa dependencia exportadora de los “commodities”, concretamente de los minerales, y cuando ha habido bonanza, hemos gastado como nue- vos ricos, perdiendo siempre la oportunidad de transformar, con esos recursos, la realidad de nuestra economía.
Inversión en ciencia, tecnología y educación, a la que el decano de los Andes llama “la madre de todas las ganancias en productividad de un país” y dejar la “inconcebible dependencia de los productos primarios sin valor agregado”, como afirma el decano de Eafit, que llega al 71 % del total de exportaciones del país, es como vamos a lograr un país económicamente próspero, sólido y equitativo.
El que sí se salió de todo contexto y parece estar atrapado en el siglo pasado fue el rector del Cesa al proponer, como tantas veces lo hemos oído de economistas faltos de imaginación, que para lograr un “mejor ambiente de inversión” y lograr “competitividad en el sector industrial”, hay que “bajar el salario mínimo”, al que señala como un problema diciendo que “el alto costo laboral que hace que el salario mínimo del país sea más del doble que en México, que es una nación que compite con Colombia en atraer inversión extranjera directa”. Debería pasearse por los indicadores de pobreza para enterarse que precisamente los hermanos mexicanos están más mal que nosotros, en parte por eso que propone para nuestro país. Apuntar a una diversificación deliberada y articulada basada en ciencia y tecnología es el camino. En un país manejado por intereses individualistas y mezquinos lo sabemos perfectamente pero no lo hacemos. Así de simple
Apuntar a una diversificación basada en ciencia y tecnología es el camino