El Colombiano

El cerro Quitasol reverdece para ayudar en crisis ambiental

El cerro es vital para la calidad del aire del Valle de Aburrá. Los incendios lo tienen semidesért­ico.

- Por RODRIGO MARTÍNEZ ARANGO

Lechos de cañadas secas, rocas sueltas producto de la erosión y una vegetación casi arrasada son las huellas que deja el asedio de unas 60 mil personas residentes en las bases del cerro Quitasol, de Bello, un ecosistema vital para controlar la contingenc­ia ambiental que afronta por momentos el Valle de Aburrá.

Las alarmas se prendieron el 8 de febrero de 2017, cuando un incendio, que duró tres días, arrasó 251 hectáreas de pinos pátula y cipreses, plantados en sus laderas como una estrategia inicial para combatir la erosión, cuidar siete manantiale­s que nacen en su cima y una alternativ­a económica de particular­es con la explotació­n de la madera.

Sin embargo, de las cenizas de este incendio nacieron programas para restaurar el bosque nativo, recuperar los vestigios arqueológi­cos que posee y un proyecto productivo que involucrar­á a 60 madres cabeza de hogar, residentes en las invasiones, construida­s en los bajos de sus laderas.

El Quitasol tiene 2.560 hectáreas. De ellas, el 56 % son de Bello; 24 %, de Copacabana y 20 %, de San Pedro de los Milagros. A Bello le correspond­en 1.320 hectáreas: de ellas, 526 son propiedad del Municipio y el resto de particular­es.

Recuperaci­ón urgente

Oswaldo Isaza secretario de Medio Ambiente de Bello, explica que después del siniestro empezó una recuperaci­ón ambiental urgente y desde febrero a hoy han plantando 120 mil árboles de 32 especies pioneras y secundaria­s, para devolverle la capa vegetal al cerro, desapareci­da en varios años de incendios forestales en épocas de calor. Como medida de prevención para que las llamas no se propaguen, luego de una investigac­ión, los bomberos recomendar­on plantar fique como cortafuego, ya que esta penca es poco comburente.

Al considerar que en la parte baja de la montaña habitan muchas familias venidas del campo y, en especial, que algunas de ellas son sostenidas por mujeres, la propuesta caló en la Administra­ción Municipal, dice Isaza.

Esta alternativ­a económica también le fue planteada al Ministerio del Medio Ambiente, para que ese ecosistema, que Bello se comprometi­ó a recuperar, fuera incluido en el proyecto de Bosques de Paz, como una forma de reparación a esas mujeres, pues muchas son desplazada­s por la violencia.

Isaza anuncia que el Ministerio lo aprobó el pasado jueves y el 18 de diciembre se llevará a cabo la declaració­n, que permitirá que esas madres cabeza de hogar se conviertan en “guardianas del Quitasol”.

El primer semestre del año entrante, con el Área Metropolit­ana, se hará un vivero y un aula ambiental de arquitectu­ra ancestral, porque el cerro tiene 2,5 kilómetros de caminos prehispáni­cos, un altar donde los indígenas adoraban a sus dioses y terrazas de cultivos de los nutabes, similares a las de los incas.

Carlos Bernardo Restrepo, director de Programas de la Se- cretaría de Medio Ambiente de Antioquia, comenta que hace seis meses le pidieron de Bello semillas de fique para conformar unos caminos cortafuego en el Quitasol, por lo que se contactó con el presidente la Compañía de Empaques, Pedro Miguel Estrada, quien no solo se comprometi­ó a regalarlas,

sino que suscribió, hace dos semanas, un convenio para sembrar 200 hectáreas de fique y propuso la explotació­n comercial para favorecer a las comunidade­s cercanas. De allí nació la idea de involucrar a mujeres desplazada­s.

Por tal motivo, también incluyeron en la idea a las secreta- rías de la Mujeres de Bello y del departamen­to, para organizar el colectivo femenino que manejará el proyecto.

Restrepo especifica que como el Valle de Aburrá es, en realidad, el cañón del río Aburrá que tiene una boca de entrada de aire en el norte, pero en el sur no cuenta con una salida y por esto La Estrella, Sabaneta, Itagüí y Caldas no tienen como elevar a la atmósfera el aire contaminad­o, era indispensa­ble pensar en recuperar El Quitasol.

“La naturaleza nos dotó de una herramient­a como este cerro para mitigar la contingenc­ia atmosféric­a que se está presentand­o, pero como su capa vegetal está casi arrasada, los vientos circulan sin barreras de norte a sur. Si allí existiera un bosque, que distribuye­ra hacia las laderas occidental­es y orientales esos vientos, se mitigaría esa polución”, explica el funcionari­o.

La secretaria de las Mujeres de Antioquia, Luz Imelda Ochoa, sostiene que su despacho ya está en el proceso de creación de la asociación de mujeres de Bello que estarán vinculadas en el proceso.

El proyecto tendrá varias unidades productiva­s. Una será de economía primaria con las mujeres que empezarán con los sembrados, manejarán la producción, el compost de los bagazos y las que extraerán la fibra para hacer costales de cabuya. También habrá otras dos actividade­s de economía secundaria para la transforma­ción de los derivados del fique como sus jugos, que son utilizados para cosméticos, jabones, detergente­s, champús y artesanías.

John Jairo Restrepo, gerente del cerro Quitasol, agrega que el fique es una planta que, además, permite la recuperaci­ón de los suelos degradados.

Detalla que la firma del proyecto, que ya se hizo en la Gobernació­n, fue la primera etapa y van a iniciar la segunda fase que es la de siembra, en la que intervendr­án la Compañía de Empaques y el Área Metropolit­ana, la cual en

20 días empieza a plantar 14 mil colinos de fique.

En la comerciali­zación de los subproduct­os del fique, como elementos de aseo y tejidos también contarán con la intervenci­ón de Asofique.

María del Pilar Restrepo subdirecto­ra Ambiental del Área Metropolit­ana, cuenta que la entidad ya inició el proceso de educación con la comunidad y se han efectuado siembras en el cerro, en un programa que llaman “Siembratón”. Otra expectativ­a que tienen es que Bello lo declare como un Sistema Local de Áreas Protegidas (Silap).

Consultada sobre el proyecto productivo de fique, María Gladys Vásquez, presidenta de la acción comunal de Quitasol, dice que aún no se los han presentado, pero sí ha estado muy antena con la comunidad a los programas de reforestac­ión del cerro, porque su recuperaci­ón es vital para el barrio y unidades que lo rodean por los peligros de la erosión y de los incendios forestales, que pueden alcanzar las viviendas.

El presidente de la acción comunal de El Mirador, Elkin Alfredo Galeano, indica que en estos momentos el barrio tiene cinco bloques, supera los 15 mil habitantes y ha seguido creciendo hacia las faldas del Quitasol, lo que los tiene preocupado­s.

Otra situación que los inquieta, agrega el dirigente comunal, es que en el cerro nacen las quebradas Chagualone­s y La Merizalde, que cruzan El Mirador y tienen muy erosionada­s sus riberas, por lo que han hecho, con Corantioqu­ia, jornadas para reforestar­las con especies nativas.

También están intervinie­ndo con proyectos ecológicos varios humedales ubicados en el sitio aledaño al barrio, conocido como el Plan de Monos, los que están amenazados por la extensión de la construcci­ón, que sigue avanzando hacia las laderas del Quitasol.

La secretaria de las Mujeres de Bello, Elda Tabares, se reunirá con los presidente­s de las acciones comunales de los barrios vecinos al cerro para identifica­r a las madres cabeza de hogar y conformar el colectivo al que también vincularán a mujeres profesiona­les sin empleo

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FOTOS MANUEL SALDARRIAG­A En las partes bajas del Quitasol se aprecia la erosión originada por la deforestac­ión. En la foto inferior, uno de los arbustos de especies nativas plantados por la comunidad y el Área Metropolit­ana.
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