DÍGALE A TRUMP QUE NO ES BIENVENIDO EN GRAN BRETAÑA
La visita de Donald Trump a Gran Bretaña debería ser cancelada sin demora. Es cierto que el retiro de la invitación extendida al presidente en enero por la Primera Ministra Theresa May sería una ver- güenza diplomática y - dado el temperamento vengativo del Sr. Trump - no es probable que pase sin castigo. Decisión tal nunca es fácil de tomar. Pero tiene que ser tomada.
El miércoles en la mañana, el Sr. Trump retuiteó una serie de videos antimusulmanes publicados por Jayda Fransen, la subdirectora de Britain First, un grupo ultranacionalista tan derechista que es repudiado por casi todos los sectores de la política y sociedad británicos.
Es difícil exagerar lo disgustados que están los británicos por el reciente comportamiento del presidente en Twitter. La primera ministra respondió el jueves y dijo: “Tengo muy claro que el retweeting de Britain First fue lo incorrecto”. Antes de ella, Sajid Javid, el secretario de las comunidades y musulmán, escribió en Twitter: “Así que el presidente de los Estados Unidos ha respaldado las opiniones de una organización racista vil y llena de odio que me odia a mí y a las personas como yo. Está equivocado y me niego a quedarme quieto y no decir nada”. Jeremy Cor
byn, el líder del Partido Laborista, calificó los retweets como “aborrecibles, peligrosos y una amenaza para nuestra sociedad”.
Lo que es tan alarmante es que el Sr. Trump, quien tiene más de 43 millones de seguidores en Twitter, tan casualmente prolifera contenido tuiteado por una organización que activamente subvierte la cohesión social de un país que al menos teóricamente es el aliado más cercano de los Estados Unidos.
El Sr. Trump solo incrementó la afrenta al decirle al primer ministro -de nuevo en un tweet- que no “se concentre en mí, sino que se centre en el destructivo Terrorismo Radical Islámico que está sucediendo dentro del Reino Unido”. “¡Nosotros estamos bien!”
Sucede entonces que llegué a la conclusión de que la visita del Sr. Trump debería cancelarse en agosto. Cuan- do la persona más poderosa del mundo no supera la prueba más simple del liderazgo democrático, respondiendo la pregunta “¿Fueron los nazis excepcionalmente malos?” -todo el mundo está involucrado. El presidente falló la prueba de manera conspicua y dio consuelo al repugnante “identitarismo” que entiende a la sociedad como una competencia entre razas, tribus y religión.
En febrero, miembros del parlamento debatieron una petición firmada por más de 1.8 millones de personas opuestas a la visita estatal del Sr. Trump. La respuesta que obtuvieron de los colegas ministeriales de la Sra. May fue que los intereses diplomáticos, estratégicos y comerciales de Gran Bretaña deberán anular el disgusto por el racismo, la misoginia y la intolerancia del presidente estadounidense.
Aún es cierto que cancelar la invitación sería un dolor de cabeza monumental. Mientras Gran Bretaña lucha con los horribles detalles de Brexit, un acuerdo comercial bilateral con los Estados Unidos es de gran importancia. Nuestras comunidades militares, de inteligencia y diplomáticas cooperan tan cercanamente como cualquiera en el mundo.
El compromiso de Gran Bretaña es con el pueblo estadounidense y los valores por los que se sostienen, no con quienes ocupan la Casa Blanca. Ese pacto ha sido gravemente violado por un hombre que diariamente mancilla el gran oficio que tiene y encuentra fácil insultar al amigo más firme de los Estados Unidos. Es hora de ponerle fin a sus tonterías
Es difícil exagerar lo disgustados que están los británicos por el reciente comportamiento del presidente Trump en Twitter.