El Colombiano

“MANTÉNGANS­E USTEDES DESPIERTOS Y VIGILANTES”

- Por HERMANN RODRÍGUEZ OSORIO, S.J.* redaccion@elcolombia­no.com.co

Juanito le preguntó una vez a su abuela: ¿Qué significa el tiempo de Adviento? La abuela le contestó: Es un tiempo de espera durante el cual debemos tener los ojos más abiertos y los oídos más atentos, para saber en qué momento pasará lo que esperamos. Y, ¿qué es eso que esperamos?, preguntó Juanito. El paso de Jesús por nuestras vidas, respondió la abuela. Si no estamos muy atentos, nos puede pasar como le pasó a don Casimiro, un señor muy religioso, que se perdió la gran oportunida­d de ver a Dios frente a frente. Y le contó esta historia:

“Hace mucho tiempo había un hombre muy religioso, que se llamaba Casimiro; todos los días le pedía a Jesús que le dejara ver su rostro. Un buen día, estando en la Iglesia, escuchó una voz que le decía en su interior: Ha llegado el tiempo en el que me podrás ver: Mañana iré a visitarte a tu casa. Casimiro volvió a su casa, y se puso a preparar todo para su encuentro con Jesús.

Al día siguiente, Casimiro se puso a la puerta de su casa. Pasaba el tiempo y no aparecía Jesús. De pronto, pasó por allí un niño jugando solo y se fue acercando poco a poco. Estuvo allí un buen rato hasta que Casimiro lo regañó y le dijo: Vete a jugar lejos de mi casa, porque estoy esperando un visitante muy ilustre. El niño se fue muy triste a jugar en otra parte.

Un poco más tarde, vio venir a una viejita pobre; era una viejita conocida en el vecindario; se acercó a la puerta de la casa de Casimiro para pedir una limosna, como acostumbra­ba, pero este le prohibió que se acercara y pisara su alfombra nueva.

Ya por la tarde, vino un vecino y le pidió a Casimiro que le ayudara a sacar su carro de un hueco en el que había caído por accidente; pero Casimiro dijo: no puedo dejar mi casa sola, porque estoy esperando un visitante muy ilustre. El vecino se fue muy triste a pedir ayuda en otra parte. Cayó la noche y Jesús no apareció. Al otro día, Casimiro se fue a la Iglesia a pregun- tarle a Dios por qué no había cumplido su promesa: ¿Por qué, Señor? Hubo un Tiempo de silencio. Dios callaba. De pronto, Casimiro escuchó una voz que le decía en su interior: Fui y no me reconocist­e; yo era el niño. Yo era la anciana pobre. Yo era tu vecino que te pedía un favor. No quisiste verme. Las tres veces me fui muy triste a buscar en otra parte.

Por eso, tenemos que mantenerno­s despiertos, porque no sabemos cuándo va a llegar el señor de la casa, si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la mañana. Tenemos que estar siempre atentos para reconocer el paso de Dios por nuestras vidas

Tenemos que mantenerno­s despiertos, porque no sabemos cuándo y a qué hora va a llegar el señor de la casa.

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