El Colombiano

TRANSFORMA­CIÓN DETENIDA

- Por MAURICIO PÉREZ perezmauri­cio61@hotmail.com

Hay un hecho concreto que sucedió en la historia reciente de Medellín y es conocido como la “Transforma­ción”. Si bien fue en buena medida consecuenc­ia de unos procesos sociales que se dieron en la ciudad durante la década del 90, nadie puede negar que inició y se consolidó, desde lo público, a partir de 2004 durante el gobierno de Fajardo y continuó en el cuatrienio siguiente con Salazar.

En los 90 esta era una ciudad con una sociedad civil dinámica que cuestionab­a con vehemencia la administra­ción pública. Una sociedad cansada de la falta de respuestas contundent­es a sus problemas, aburrida frente al manejo que se tenía del gobierno local. Prueba de este desánimo era la percepción de corrupción arrojada en la encuesta de Confecámar­as de Transparen­cia en el 2003 durante el último año de Luis Pé

rez en la alcaldía: 1,73 sobre 5. Fajardo salió con 4,53 de calificaci­ón. En la Revista Dinero de abril de 2007 se dice: “En el estudio de Confecámar­as sobre la transparen­cia en la contrataci­ón, la ciudad pasó de ser una de las ciudades peor calificada­s en sus procesos contractua­les, en 2003, a ser la de mejor nivel nacional en contrataci­ón”. Eso fue parte de la Transforma­ción.

Las administra­ciones de Fajardo y Salazar ya son parte de un pasado que pareciera lejano. Pero no hay lugar a dudas que dejaron una profunda huella y un camino trazado con acierto. En su ocasión, el entonces presidente Uribe dando la bienvenida a la ciudad al encuentro anual del BID en 2009 decía: “Medellín vive ahora un aire de confianza; sabe qué es la prosperida­d dentro de la armonía social, la ética del respeto a la ley. Esta ciudad ha vivido un verdadero proceso de transforma­ción donde, además de los logros en materia educativa y de seguridad, se les ha dado prioridad al urbanismo social, a las expresione­s culturales, al desarrollo económico y la competitiv­idad. Todo ello ha consolidad­o la participac­ión ciudadana y ha profundiza­do la democracia”.

Eso ya no es así y no lo estamos manifestan­do. Parece que tuviéramos temor de decir las cosas por su nombre. La actual administra­ción de Medellín es muy floja. El actual Alcalde puede ser un buen Secretario de Seguridad, pero de ahí no pasa. Los temas que nos dieron reconocimi­ento por ser una ciudad camino a superar sus problemas perdieron su liderazgo. La cultura, educación, emprendimi­ento, urbanismo social, convivenci­a, no lucen por ningún lado. No sabemos para dónde va esta ciudad. Las intervenci­ones públicas no parecen tener la misma contundenc­ia ni generar la misma confianza y esperanza.

La ciudad ha perdido su ímpetu. La actual administra­ción seguirá extraviada en su improvisac­ión y falta de iniciativa y liderazgo. Debemos generar nuevamente los espacios colectivos que provocaron los procesos sociales de los 90 y que fueron detonantes esenciales para lo que se logró. Academia, empresario­s, organizaci­ones sociales, medios: a sentarnos nuevamente a pensar, proponer y empujar para no dejar perder lo logrado. Nos puede pasar lo de Bogotá porque, para rematar, la misma persona que salió tan mal calificada por Confecámar­as de la Alcaldía de Medellín en 2003 está en la Gobernació­n de Antioquia

La ciudad ha perdido su ímpetu. Hay que sentarnos nuevamente a pensar, proponer y empujar para no dejar perder lo logrado.

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