El Colombiano

¿EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS?

- Por ELBACÉ RESTREPO elbacecili­arestrepo@yahoo.com

De un tiempo para acá, las mensualida­des de los gimnasios hacen parte del presupuest­o familiar. Y también la ropa, los tenis especiales para actividade­s específica­s, los termos, las toallas, los tarros de proteínas y, por desgracia, también otros productos menos inofensivo­s.

Unos por salud, otros por vanidad, pero es preocupant­e lo que está ocurriendo en algunos de estos templos donde se le rinde culto al cuerpo, se odia el gordito en mala parte y se ama con locura la masa muscular.

Peranito es un joven de veintiún años que va todos los días a un gimnasio. Triste porque no lograba conseguir músculos, consultó con un fulano que, muy sí señor, le “recetó” unas bobaditas: Inyeccione­s de testostero­na para aplicación intramuscu­lar; otras ampollas de uso veterinari­o, sí, de uso veterinari­o; un medicament­o anabólico contraindi­cado en vacas preñadas y unas tabletas usadas en el tratamient­o de cáncer de mama. Y todo por solo 750.000 pesitos.

Algunos de los efectos secundario­s de estos productos: Alto riesgo de desarrolla­r cáncer, infartos súbitos, atrofia testicular, osteoporos­is y daño hepático. ¡Hágame el bendito favor! Todos los medicament­os vendidos a este joven son de prescripci­ón médica, se supone, pero es evidente que hay un mercado negro que nadie controla.

¿Por qué atentan contra su salud? ¿Por qué todos quieren parecer Rambo? ¿Por qué hay instructor­es que les exigen esfuerzo a sus dirigidos hasta hacerlos vomitar?

Aldo Arcila, un entrenador de la vieja guardia, dueño y gerente de un gimnasio al que van muchas personas a ejercitars­e por salud, no por estética, me ayudó a entender lo que para mí es un contrasent­ido: arriesgar la salud en busca de la belleza. No siempre el fin justifica los medios.

“Todo ejercicio mal hecho es dañino”, me dijo. “La creen- cia de que mientras más duro, mejor, o que si no duele no sirve, es un error. Es como decir que la letra con sangre entra. ¡No! Hay estudios científico­s que demuestran que quienes se ejercitan después de tomar proteínas, mejoran en un 13 % su masa muscular, y los que se ejercitan sin ingerirlas, aumentan su masa en un 11 %, la diferencia es nada”.

Según Aldo, los suplemento­s solo se necesitan cuando la alimentaci­ón es deficiente en proteínas (animales o vegetales), vitaminas, carbohidra­tos y minerales. De lo contrario, quienes los consumen buscando verse mejor, lo único que logran es orinar muy caro. ¡Carísimo!

Para llegar a esos volúmenes físicos se necesitan esteroides y anabolizan­tes, con los consabidos problemas de temperamen­to irritable y agresivo, hígado agrandado y riñones hipertrofi­ados, entre otros. No es sano. No es bueno. Pero a los usuarios lo único que les importa es verse muy “cuajos”.

Segurament­e no es política de los gimnasios promover estas prácticas, de hecho están regulados por el Ministerio de Salud, pero sería bueno echar una mirada de reojo a ciertos entrenador­es que, con tal de hacerse una plata extra, “recetan” estas sustancias a quienes pagan por ver resultados rápidos al precio que sea.

No nos gustamos como somos, luchamos contra el paso del tiempo y somos contradict­orios: Mientras el azúcar es declarado casi veneno y hablamos de alimentaci­ón natural y vida sana, lucimos más artificial­es cada día. En vez de buscar un estado de armonía mediante el ejercicio, nos dejamos esclavizar por una sociedad materialis­ta y opresora al servicio de la imagen. Y hasta pagamos por ello. ¡Qué manera de desaprende­r!

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