¿EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS?
De un tiempo para acá, las mensualidades de los gimnasios hacen parte del presupuesto familiar. Y también la ropa, los tenis especiales para actividades específicas, los termos, las toallas, los tarros de proteínas y, por desgracia, también otros productos menos inofensivos.
Unos por salud, otros por vanidad, pero es preocupante lo que está ocurriendo en algunos de estos templos donde se le rinde culto al cuerpo, se odia el gordito en mala parte y se ama con locura la masa muscular.
Peranito es un joven de veintiún años que va todos los días a un gimnasio. Triste porque no lograba conseguir músculos, consultó con un fulano que, muy sí señor, le “recetó” unas bobaditas: Inyecciones de testosterona para aplicación intramuscular; otras ampollas de uso veterinario, sí, de uso veterinario; un medicamento anabólico contraindicado en vacas preñadas y unas tabletas usadas en el tratamiento de cáncer de mama. Y todo por solo 750.000 pesitos.
Algunos de los efectos secundarios de estos productos: Alto riesgo de desarrollar cáncer, infartos súbitos, atrofia testicular, osteoporosis y daño hepático. ¡Hágame el bendito favor! Todos los medicamentos vendidos a este joven son de prescripción médica, se supone, pero es evidente que hay un mercado negro que nadie controla.
¿Por qué atentan contra su salud? ¿Por qué todos quieren parecer Rambo? ¿Por qué hay instructores que les exigen esfuerzo a sus dirigidos hasta hacerlos vomitar?
Aldo Arcila, un entrenador de la vieja guardia, dueño y gerente de un gimnasio al que van muchas personas a ejercitarse por salud, no por estética, me ayudó a entender lo que para mí es un contrasentido: arriesgar la salud en busca de la belleza. No siempre el fin justifica los medios.
“Todo ejercicio mal hecho es dañino”, me dijo. “La creen- cia de que mientras más duro, mejor, o que si no duele no sirve, es un error. Es como decir que la letra con sangre entra. ¡No! Hay estudios científicos que demuestran que quienes se ejercitan después de tomar proteínas, mejoran en un 13 % su masa muscular, y los que se ejercitan sin ingerirlas, aumentan su masa en un 11 %, la diferencia es nada”.
Según Aldo, los suplementos solo se necesitan cuando la alimentación es deficiente en proteínas (animales o vegetales), vitaminas, carbohidratos y minerales. De lo contrario, quienes los consumen buscando verse mejor, lo único que logran es orinar muy caro. ¡Carísimo!
Para llegar a esos volúmenes físicos se necesitan esteroides y anabolizantes, con los consabidos problemas de temperamento irritable y agresivo, hígado agrandado y riñones hipertrofiados, entre otros. No es sano. No es bueno. Pero a los usuarios lo único que les importa es verse muy “cuajos”.
Seguramente no es política de los gimnasios promover estas prácticas, de hecho están regulados por el Ministerio de Salud, pero sería bueno echar una mirada de reojo a ciertos entrenadores que, con tal de hacerse una plata extra, “recetan” estas sustancias a quienes pagan por ver resultados rápidos al precio que sea.
No nos gustamos como somos, luchamos contra el paso del tiempo y somos contradictorios: Mientras el azúcar es declarado casi veneno y hablamos de alimentación natural y vida sana, lucimos más artificiales cada día. En vez de buscar un estado de armonía mediante el ejercicio, nos dejamos esclavizar por una sociedad materialista y opresora al servicio de la imagen. Y hasta pagamos por ello. ¡Qué manera de desaprender!