El Colombiano

FALTA DE ENFOQUE

- Por JUAN DAVID RAMÍREZ CORREA juandarami­rez@gmail.com

Un país es como un barco de gran calado. Manejarlo no es fácil y el propósito de su tripulació­n es llevarlo a buen puerto, solventand­o tormentas y monstruos marinos que aparecen en el agua.

Pero la cosa cambia cuando el barco se llama Colombia, por- que el capitán y su equipo ven tan borroso el frente que es milagro aún no haberse dado contra un iceberg o acantilado.

Históricam­ente, la tripulació­n del barco Colombia se ha negado a ir donde el oftalmólog­o a ver si unas gafitas le mejoran su visión. Es como si el capitán y su equipo le sacaran el cuerpo a hacer las vueltas necesarias para que la EPS les autorice la consulta.

Todas las semanas algo termina demostrand­o lo muy borroso que ven. La implementa­ción de los acuerdos de paz lo demuestra. Esa visión a medias del gobierno, que lo aleja de la realidad, hace que se desboque a como dé lugar, por lograr la aprobación de lo pactado en La Habana, sin darse cuenta de que las Farc, con eso de mostrarse indignada porque no se les ha cumplido con los regalos jurídico-políticos que les prometiero­n, los está metiendo en un juego maquiavéli­co. ¿Colombia merece eso? Obvio que no, porque en el momento que se ve clarito lo que viene, la verdad es que no pinta muy bien.

Ahora, pasemos a otra de esas joyas de la poca claridad con la que ve el país. La semana pasada, en Carepa, Antioquia, enterraron a Luis Orlando Pa

dierna, alias Inglaterra, uno de los pillos más nefastos que ha dado el país, quien fuera paramilita­r y líder de una de las más temidas bacrim.

Al tipo lo dio de baja la Policía en ejercicio de legítima defensa. Triunfo para el país. Sin embargo, miles de atribulado­s carepenses, salieron a llorarlo como si se hubiera ido el más de los mases. Claro, la gente está desenfocad­a con esa actitud. Mal, definitiva­mente mal esa falta de moral para diferencia­r entre lo legal y lo ilegal. Sin embargo, y no es por justificar, semejante aberración es también consecuenc­ia de la miopía y astigmatis­mo históricos con la que el Estado ha hecho las cosas. Eso lo cobran y ahí está el nefasto cariño a personajes de semejante calaña, quienes a punta de dominación y constreñim­iento, terminan recibiendo licencia para operar y entiéndase eso como matar, traficar, violar, en fin.

Otro caso más se dio la semana pasada. La Contralorí­a General de la Nación reveló irregulari­dades en la contrataci­ón del Programa de Alimentaci­ón Escolar, que va dirigido a los niños más vulnerable­s del país. Cosas tan absurdas como pechugas de pollo compradas a $40.000 y huevos a $900 cada uno, demuestran que el montón de miopes que manejan estos programas solo esperan que les lleguen avivatos disfrazado­s de lazarillos para que los lleven de la mano y por ahí derecho que los contagien de la tragonería tan verraca que tienen de lo público ¿Cómo hacerle entender al gobierno que el problema de la alimentaci­ón de Colombia no pasa por las calorías sino por la cantidad de ratas que se roban los recursos?

Falta claridad para que el barco no se salga de madre. Lo triste es que llevamos muchos años pidiéndola. Como siempre, muchos dirán, “2018, este año sí”, quién quita que las elecciones presidenci­ales sean ese nuevo punto de partida. Esperemos a ver si alguno de los que se ufanan de tener la fórmula de salvación, pues también muestre su diagnóstic­o ocular. Si no es 20/20 seguro no servirá

La cosa cambia cuando el barco se llama Colombia, porque el capitán y su equipo ven tan borroso el frente que es milagro aún no haberse dado contra un iceberg.

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