FALTA DE ENFOQUE
Un país es como un barco de gran calado. Manejarlo no es fácil y el propósito de su tripulación es llevarlo a buen puerto, solventando tormentas y monstruos marinos que aparecen en el agua.
Pero la cosa cambia cuando el barco se llama Colombia, por- que el capitán y su equipo ven tan borroso el frente que es milagro aún no haberse dado contra un iceberg o acantilado.
Históricamente, la tripulación del barco Colombia se ha negado a ir donde el oftalmólogo a ver si unas gafitas le mejoran su visión. Es como si el capitán y su equipo le sacaran el cuerpo a hacer las vueltas necesarias para que la EPS les autorice la consulta.
Todas las semanas algo termina demostrando lo muy borroso que ven. La implementación de los acuerdos de paz lo demuestra. Esa visión a medias del gobierno, que lo aleja de la realidad, hace que se desboque a como dé lugar, por lograr la aprobación de lo pactado en La Habana, sin darse cuenta de que las Farc, con eso de mostrarse indignada porque no se les ha cumplido con los regalos jurídico-políticos que les prometieron, los está metiendo en un juego maquiavélico. ¿Colombia merece eso? Obvio que no, porque en el momento que se ve clarito lo que viene, la verdad es que no pinta muy bien.
Ahora, pasemos a otra de esas joyas de la poca claridad con la que ve el país. La semana pasada, en Carepa, Antioquia, enterraron a Luis Orlando Pa
dierna, alias Inglaterra, uno de los pillos más nefastos que ha dado el país, quien fuera paramilitar y líder de una de las más temidas bacrim.
Al tipo lo dio de baja la Policía en ejercicio de legítima defensa. Triunfo para el país. Sin embargo, miles de atribulados carepenses, salieron a llorarlo como si se hubiera ido el más de los mases. Claro, la gente está desenfocada con esa actitud. Mal, definitivamente mal esa falta de moral para diferenciar entre lo legal y lo ilegal. Sin embargo, y no es por justificar, semejante aberración es también consecuencia de la miopía y astigmatismo históricos con la que el Estado ha hecho las cosas. Eso lo cobran y ahí está el nefasto cariño a personajes de semejante calaña, quienes a punta de dominación y constreñimiento, terminan recibiendo licencia para operar y entiéndase eso como matar, traficar, violar, en fin.
Otro caso más se dio la semana pasada. La Contraloría General de la Nación reveló irregularidades en la contratación del Programa de Alimentación Escolar, que va dirigido a los niños más vulnerables del país. Cosas tan absurdas como pechugas de pollo compradas a $40.000 y huevos a $900 cada uno, demuestran que el montón de miopes que manejan estos programas solo esperan que les lleguen avivatos disfrazados de lazarillos para que los lleven de la mano y por ahí derecho que los contagien de la tragonería tan verraca que tienen de lo público ¿Cómo hacerle entender al gobierno que el problema de la alimentación de Colombia no pasa por las calorías sino por la cantidad de ratas que se roban los recursos?
Falta claridad para que el barco no se salga de madre. Lo triste es que llevamos muchos años pidiéndola. Como siempre, muchos dirán, “2018, este año sí”, quién quita que las elecciones presidenciales sean ese nuevo punto de partida. Esperemos a ver si alguno de los que se ufanan de tener la fórmula de salvación, pues también muestre su diagnóstico ocular. Si no es 20/20 seguro no servirá
La cosa cambia cuando el barco se llama Colombia, porque el capitán y su equipo ven tan borroso el frente que es milagro aún no haberse dado contra un iceberg.