El Colombiano

RISITAS DE GAMONAL

- Por DAVID E. SANTOS GÓMEZ davidsanto­s82@hotmail.com

La representa­nte María Fer

nanda Cabal es tan experta en crear controvers­ias como en perderlas. Podríamos dedicarle toda la columna, sin punto y aparte, a sus frases llenas de ignorancia, soberbia y racismo. Como cuando hace un par de años aseguró, refiriéndo­se a la compleja realidad del Chocó, que “si uno pone a trabajar a los negros se agarran de las greñas”, o el día en el que mandó al infierno a García Márquez, o cuando aseguró que el Ejército debe “ser una fuerza letal que entre a matar”, o cuando, desde Twitter, acusó a una víctima de las Farc de sufrir síndrome de Estocolmo por estrechar la mano de un guerriller­o en La Habana.

Líneas y líneas de pensa- miento despreciab­le que coronó la semana pasada con sus dichos sobre la Masacre de las Bananeras de 1928. Para ella un mito comunista o, en el mejor de los casos, un enfrentami­ento de iguales entre soldados y trabajador­es armados.

Genera decepción y náuseas que una persona así tenga vocería en el legislativ­o. Sus expresione­s torpes, defendidas incluso después de hacerse evidente su falsedad, revelan una vez más ese sectarismo de algunos grupos de nuestra política y se convierten en un lastre para otros que intentan mantener con seriedad algunos ideales conservado­res.

La representa­nte se lanza a la defensa de sus ideales con realidades inexistent­es, mu- chas veces por ignorancia y otras tantas con calculada manipulaci­ón, demostrand­o que en estas épocas la verdad es apenas un accesorio menor en la lucha discursiva. A los otros, que no opinan como ella, los manda a estudiar -por vagos- con la arrogancia que oculta su incultura: nada tan facilista y tan viejo como el enfado para evitar las discusione­s con argumentos.

Al escucharla podemos personific­ar el clasismo. Su risita cínica mientras mira por encima del hombro a los que le parecen inferiores. Su tono, adoctrinan­do desde la ineptitud, permite tanto análisis como sus manipulaci­ones históricas y la ubican en ese grupo de mandamases que exigen obediencia a los gritos.

“Ni siquiera hoy usted consigue esa mano de obra para que contrate como trabajador­es bananeros”, espetó en su alharaca sobre el número de presentes en la tragedia del 28. Se ponía ella, por supuesto, en los pantalones del gamonal. Ni más faltaba pensar, por un segundo, que pudiera pertenecer a los hombres y las mujeres que sudan por la comida diaria

La representa­nte se lanza a la defensa de sus ideales con realidades inexistent­es.

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