COMPETITIVIDAD, ESTADO Y EMPRESARIADO
A propósito de la presentación del último informe de competitividad en Colombia, podemos observar que el país ha tenido algunos avances, a pesar de lo cual, hay también que decirlo, hay algunos temas que no la dejan despegar con mayor contundencia. Veamos a qué me refiero. Del lado de los empresarios hay un reclamo que se ha vuelto recurrente: la excesiva regulación los tiene agobiados. En efecto, la gran cantidad de normas, decretos, leyes, resoluciones ha superado la capacidad de análisis de muchas empresas que en muchos casos pueden estar infringiendo la ley, no porque quieran hacerlo, sino más bien por desconocimiento. Se habla de decenas de miles de nuevas normativas en los últimos 15 años. No en vano, un empresario me decía hace poco que no tenía presupuesto para innovar porque se le iba el dinero en asesores, consultores y contratando personas para cumplir la normatividad exigente. Siempre hemos creído que reglar es la solución a todo y que una nueva norma es el remedio a la enfermedad, lo cual no siempre aplica.
De otro lado, a ese gran entramado burocrático, hay que sumarle la alta tasa de tributación, que en nuestro país bordea ya el 69,7 %. Esta cifra nos ubica entre los 10 países en el mundo que más grava las empresas. Lo cual, como es de suponer, tiene del cuello a muchas empresas que hoy sienten que el Estado, más que ser un gran aliado, se ha convertido en la contraparte de donde sacar recursos, lo cual no sería del todo un problema si no enfrentáramos un problema tan devastador como el de la corrupción que engrosa los bolsillos de unos pocos en detrimento de la inmensa mayoría de colombianos y del desarrollo del país. El Estado ha entrado en una dinámica que busca gravar cada día más las empresas, preocupación que pareciera por fin asaltar a los candidatos a la presidencia. Sin empresarios cualquier país es inviable. Wiston
Churchill, tenía una frase muy diciente: “muchos miran al empresario como el lobo que hay que abatir; otros lo miran como la vaca que hay que ordeñar; pero muy pocos lo miran como el caballo que tira el carro”.
Del lado del Estado, preocupa enormemente la eficacia de las inversiones. Por ejemplo, en Inglaterra, antes de impuestos el Gini es similar al de Colombia – 0,51-, pero luego de pagar impuestos baja notablemente a cifras inferiores al 0,4 generando más igualdad. Lo contrario sucede en nuestro país, donde después de pagar impuestos baja marginalmente y se mantiene casi inmóvil manteniendo la desigualdad y ubicándonos entre los 10 países más desiguales del planeta. Muchos funcionarios bien intencionados, pero rodeados de burocracia que no deja avanzar, sumado a la alta volatilidad de la mayoría de los ministros y directores, lo cual va en contravía a una planeación de mediano y largo plazo, termina por afectar esta variable.
Está claro que necesitamos al Estado y los empresarios trabajando más de la mano, en una alianza en la que se valore el sector productivo para generar empleo e ingresos, y del Estado por hacer buen uso de esos recursos. Ese es uno de los grandes retos que enfrentamos, superarlo sería dejar atrás años de atraso e inequidad, y ver un sector empresarial gustoso de pagar impuestos bajo la lógica de un Estado transparente y eficaz