LOS BANDOLEROS “BUENOS”
Pasó con alias “Inglaterra” la semana pasada. También con
Pablo Escobar hace 24 años y con Efraín González hace 52. Son algunos de los bandoleros “buenos”, admirados por la otra Colombia.
En esa otra Colombia viven los que nacieron en un contexto de pocas o cero oportunidades, por ausencia del Estado; su escala de valores es muy diferente a la del status
quo. En el pasado, el discurso religioso del establishment era usado para, más o menos, mantener en resignación a la gente por las penurias de la vida. Pero, ante su debilitamiento, esas personas tienen hoy una manera distinta de entender y afrontar su existencia, pues ante la tenaza económica que les impide tener todo lo que la publicidad les ofrece constantemente, si alguno entre ellos logra, por los medios que sea, superar la tenaza y obtener, disfrutar y exhibir el mundo que el bombardeo publicitario les hace desear y hasta “necesitar”, es considerado todo un héroe.
En esa otra Colombia también aparecen los que nacieron con todas las oportunidades sociales y económicas, y aunque nunca padecieron ausencia del Estado, su escala de valores les hace creer que su abolengo les da derechos para esquilmar dineros públicos. Son bandoleros, pero se creen de mejor familia. Aunque sean capturados (nunca se les aplica la pena de muerte en combate) cada vez más los de su clase quieren imitarlos, aunque se guardan de no congregarse en los estrados judiciales para vitorearlos.
En esa otra Colombia también actúan las carangas capaces de montar una ferretería para vender al Estado pechugas de pollo a 40 mil pesos, restando la oportunidad de alimentación a los niños más desfavorecidos del país. Y los que sabían el caso, antes de que llegara la Contraloría, aunque no tiraron voladores ni les dedicaron corridos prohibidos, su silencio cómplice se convierte en una celebración a tanta viveza.
Es una plaga de bandoleros con una extraña escala de valores, a los que medio país de una u otra manera admira, apoya, considera “buenos” y dignos de imitar, por la manera fraudulenta de conseguir “plata a la lata”. En esa otra Colombia, cada vez está más desdibujada la frontera entre lo legal y lo ilegal; parece que cada vez se celebrara más lo ilegal y que algunos, representando el Estado, lejos de controlarlo, lo cohonestan