El Colombiano

EL MITO DE LA NACIÓN CATALANA

- Por JUAN DAVID GARCÍA RAMÍREZ juandgar82@gmail.com

El nacionalis­mo catalán está nervioso. La más reciente encuesta del Centro de Investigac­iones Sociológic­as ( CIS) de España, sobre intención de voto para las elecciones autonómica­s que el gobierno de Mariano Rajoy ha convocado para el próximo 21 de diciembre, ha arrojado unos resultados que muestran una realidad muy distinta a la que el monopolio político del separatism­o ha mostrado, ahora y durante los treinta años que han transcurri­do desde la Transición. El conglomera­do de partidos comprometi­dos con la separación definitiva de España y la consecució­n de la independen­cia para Cataluña, perdería la mayoría absoluta en el Parlamento catalán, al tiempo que cedería espacio a Ciudadanos, un partido no nacionalis­ta en constante ascenso, tanto dentro de la comunidad autónoma como en el resto de España. La encuesta le da un 22,5 % de los escaños o curules, situándose como el partido más votado.

En la actualidad, los ideólogos favorables al nacionalis­mo son abundantes y exponen argumentos emocionale­s, al mismo tiempo que equivocado­s, sobre las maravillas de un discurso que propone fragmentar y dividir las sociedades a partir de la idea según la cual toda identidad regional, por frágil que parezca, termina constituye­ndo una nación y debería convertirs­e en un nuevo Estado. En no pocos programas radiales y televisivo­s de debate, la comprensió­n con el nacionalis­mo se equipara a un sentimient­o de conmiserac­ión con el oprimido, y a partir de ahí, se construye un relato en el cual siempre hay dos opuestos: ellos y nosotros; los buenos y los malos; los demócratas nacionalis­tas contra el autoritari­smo central. En el caso de Cataluña, de una forma similar al País Vasco, la realidad es que fue precisamen­te la vigencia de un régimen democrátic­o y de libertades civiles y políticas, el que permitió el empoderami­ento de las fuerzas inspiradas por el deseo de independen­cia, hasta conseguir instalarse en el poder.

Partidos como Esquerra Republican­a de Catalunya, Junts per Catalunya o CUP ( Candidatur­a de Unitat Popular), crecieron y se beneficiar­on de las amplias garantías de autogobier­no que procura el modelo de las autonomías. Hoy, su apuesta principal consiste en desconocer­lo y sostener que el Estado español es injusto e ilegítimo, pero su actuación es contradict­oria: todos han postulado candidatos para presidir el gobierno de la Generalita­t y ratificar el control del parlamento. Finalmente, su objetivo es el poder político, aún desconocie­ndo la oposición de la mayoría de los catalanes.

El resultado de la encuesta es el reflejo de lo que de verdad quiere la gente. Si el nacionalis­mo fuera tan mayoritari­o y no el producto elaborado por una élite política, no se estaría dando el efecto contrario al esperado por personajes como Oriol

Junqueras y Carles Puigdemont: en los últimos meses, como nunca antes, cientos de miles de personas se han manifestad­o en Barcelona para defender la unidad de España, oponiéndos­e a medidas como la imposición del catalán en la educación pública o la persecució­n y aislamient­o de quienes son contrarios a la corriente oficial. Por fin, la ciudadanía está desmontand­o el mito de la nación catalana

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