CREER EN LOS NIÑOS Y SU TALENTO
Diana Londoño creó La Casita Rural y también es la editora del libro. Esto dice: “Nuestro propósito era lograr que los niños se engancharan con la biblioteca y descubrieran que la escritura es un ejercicio del pensamiento en el que las ideas se van aclarando y fortaleciendo. Estamos acostumbrados a ver a los niños vulnerados, a escuchar que les roban la comida de la escuela y otra cantidad de atrocidades. ¿Pero qué tal si cambiamos el lente y empezamos a mirarlos de otra manera? ¿Qué tal si, en lugar de verlos como víctimas, empezamos a verlos como potencias?”. para que se encuentren y sepan que el mundo es más grande afuera, que hay muchas más posibilidades. En el taller de lectoescritura se reunieron Luisa García, Nicol López, Kevin Alzate, Jerónimo Gómez, Duván Gómez, Alejandra Jaramillo, Luis Miguel Suaza y Jerónimo Acevedo. La profesora fue Daissy Pérez. Algunos estuvieron en el libro anterior, Te cuento mi historia en La Casita Rural, que escribieron al ganarse una convocatoria del Instituto de Cultura de Antioquia, y que los emocionó tanto, y vieron tanto talento, que decidieron seguir escribiendo. Los chicos, cuenta la profe, son los más cercanos a La Casita, los que más van, y también los que más necesitan expresarse. La más pequeña tiene seis años. Esta vez no hubo un cuento de cada uno. Imaginaron a Silvestre juntos, aunque cuando los autores leen van diciendo, ay, yo escribí eso, saben que es de todos. El concepto base fue el tema del héroe, y desde ahí se hicieron preguntas que tienen que ver con su cotidianidad, con las cosas que les pasan. Temas como la justicia, el perdón, el miedo. Siempre buscando la sencillez. En esos ires, y en sus tristezas, encontraron profundidad. De eso se enamoró Lina Rada, la ilustradora, que expresó con dibujos las palabras de los niños. “Es demasiado complejo lo que escribieron. El humor aplica muy bien”. Daissy dice que los niños plantean imágenes fuertes, y lo interesante es hacer proceso. Ellos viven en contextos difíciles, y el taller ayuda a transformar, a debatir, a entender. A contarse. Una vez le tuve que gritar a mi mamá –escribe Silvestre– y me sentí muy mal, por eso la quiero perdonar. También quiero darle otra oportunidad a mi papá para ver si es capaz de dejar pasar un día sin pegarme. Si no lo logra, lo perdono, y le vuelvo a dar otra oportunidad. La esperanza se pierde al final