UNA INVITACIÓN QUIJOTESCA
Mucho se ha escrito sobre el Quijote en estos 400 años posteriores a su primera publicación. No es mi intención, en este pequeño espacio, hacer un juicio crítico de la obra. Además de imposible, caería inevitablemente en un pozo de lugares comunes que nada aportan al lector. La presente es una breve invitación a leer la que, por consenso, se considera la mejor novela de todos los tiempos.
Cuando estaba en el colegio, el solo nombre del Quijote ya causaba escozor. Nadie, pensábamos en esa época, podía leer aquella novela de más de mil páginas, que para colmo estaba escrita en un español casi ininteligible. Para leerla, creíamos, había que estar más loco que Alon- so Quijano. Por estas razones todavía mucha gente no se atreve a leer tamaña obra.
Lo cierto es que para disfrutar del Quijote no se necesita ser un gramático o un erudito, ni tener la pretensión de escribir novelas algún día. Las emociones del libro son suficientes para que cualquiera se estremezca. Las descabelladas empresas de don Quijote, como el revivir la caballería andante, llevan al lector a reír a carcajadas. Como aquella escena en que don Quijote, envuelto en su locura, quiere rescatar a una mujer que llevan cautiva. Sancho, su fiel escudero, le advierte que esa mujer no es más que una estatua de la virgen que llevan en procesión unos curas. A pesar del dispa- rate, su fiel escudero lo sigue, a sabiendas de que terminará molido a palos y pedradas.
Pero la novela no es solo una historia cómica, en ella están los valores perennes de la humanidad: la inseparable amistad entre don Quijote y su escudero Sancho; la inquebrantable fidelidad del Quijote a su señora Dulcinea del Toboso; el amor, que rompe incluso fronteras entre ibéricos que se enamoran de bellísimas moras; el deseo insa- ciable del protagonista de “desfacer” agravios y enderezar entuertos (es decir, ayudar a quien más lo necesita). En el libro está la traición, la cólera y la compasión.
La invitación es, pues, a ver en la obra los valores de la humanidad. A entender cómo la ficción puede mejorar nuestras vidas, hacerlas mucho más ricas. Que se acerquen los que temen a la cantidad de páginas, no saldrán decepcionados. No van a perder el juicio, como le pasó a don Quijote.
La invitación es, pues, a ver en el Quijote los valores de la humanidad.