PREDECIR EL FUTURO
Antes de terminar el año, suelo llevar a cabo una curiosa tradición. Como si fuera el tarot, cierro los ojos y camino lentamente por mi biblioteca. Palpo lomos, dimensiono los tamaños, intuyo un contenido premonitorio. Desperezo libros al azar y luego leo donde mis dedos indican. Cuánta magia hay en las preguntas inconscientes que les hago a mis libros. Este año ellos quedaron mejor revueltos que años pasados porque todavía no he podido darles el orden que se merecen; por eso, con la fuerza salvaje, sin entender todavía por qué la biografía de Mozart está al lado de una miscelánea de gatos, me lanzo al redil de las conjeturas y leo con sustito mi devenir en el 2018.
El primer libro que saco es de Alice Munro, se llama “Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio”. Lo primero que leo me resulta aterrador, pero es lo que cogí y uno no puede despreciar lo que al menos puede verse como un anuncio, una advertencia: “Ella había respondido que no, que había sido un accidente. Iba en moto, ya de noche, circulando sobre grava, y se había salido del camino. Lo había encontrado alguien o había alguien con él, no había recibido auxilio pero una hora después estaba muerto. Eran heridas mortales”.
El segundo libro es uno que me gusta mucho: “La literatura norteamericana y otros ensayos”, de Cesare Pavese. Las páginas se abren en su texto sobre
Herman Melville, la frase que leo es: “Porque tener una tradición no es nada; para vivirla es preciso buscarla”. Me quedo pensando, me gusta lo que alcanzo a interpretar, puede ser una búsqueda para el año entrante.
El tercer libro es uno que compré hace rato y no he leído porque hasta ahora mi amor ha sido exclusivamente para los gatos; pero como los perros no me resultan indiferentes, “Las mejores historias sobre perros”, según Gerald Durell, está en mi lista infinita de espera. Repito el ejercicio sorpresa y leo el segundo párrafo de la página 117: “Es extraño que la vida de un perro, como la vida de un hombre, esté gobernada y regulada por los deseos y caprichos del azar y las circunstancias. Considere la cantidad de cosas que coincidieron y se concatenaron (o se comperronaron) para entrelazar la vida de Bunch con la mía”. Me asombro con mi futuro ficcionado.
Por último, abro “El mundo”, de Juan José Millás. “Cuando escribo a mano, sobre un cuaderno, como ahora, creo que me parezco un poco a mi padre en el acto de probar el bisturí eléctrico, pues la escritura abre y cauteriza al mismo tiempo las heridas”. Es un párrafo que he leído varias veces y me emociona porque comparto esa semejanza. Si no muero el año entrante en mi moto, espero seguir escribiendo, al lado de un perrito, lo que deliciosamente me deje la curiosidad de vivir. ¡Un feliz año para mis queridos lectores!
Cuánta magia hay en las preguntas inconscientes que les hago a mis libros.