El Colombiano

SIEMPRE TENDREMOS A CASABLANCA

- Por RODRIGO BOTERO MONTOYA redaccion@elcolombia­no.com.co

En el mes de noviembre cumplió setenta y cinco años la película Casablanca. La película se puso en exhibición en 1942, cuando Estados Unidos había entrado a la Segunda Guerra Mundial y el desembarco del ejército americano en Marruecos había colocado a la ciudad de Casablanca en los titulares de prensa. Esas coincidenc­ias de tiempo y de lugar contribuye­ron al éxito inicial de una historia de amor interferid­a por la caída de Francia en junio de 1940. Después de haber sido el relato de un tema de dramática actualidad, Casablanca terminó por convertirs­e en un fenómeno cinematogr­áfico singular, cuyo mensaje de honorabili­dad conserva toda su vigencia.

El guion de la película fue la adaptación para el cine de una obra de teatro titulada Everybody Comes to Rick’s. Lo que se lleva a la pantalla es a un grupo de personas hablando en un bar. Por ese motivo, el diálogo adquiere mayor protagonis­mo que la acción. Ésa es una de las fortalezas de la película. Expresione­s como ‘the usual suspects’ y ‘play it again Sam’ se incorporar­on a la cultura popular. Las conversaci­ones en el bar correspond­en a cuestiones que trasciende­n las circunstan­cias individual­es de los participan­tes. Así como en la Montaña Mágica, Thomas

Mann situó en un sanatorio las tensiones de la sociedad europea de principios del siglo XX, Casablanca, como lugar de tránsito hacia la liber- tad, y el Café Américain, adquieren un carácter simbólico, como microcosmo­s de una crisis y de un conflicto de valores de escala continenta­l.

Casablanca es una historia acerca de refugiados, interpreta­da por refugiados. La gran mayoría de quienes actuaron en la película eran refugiados europeos que le imprimiero­n a Hollywood un carácter cosmopolit­a en los años cuarenta. Los actores estaban poniendo en escena una versión de su propia experienci­a. Hablaban inglés con acentos que revelaban autenticid­ad. El director de la película, Michael Curtiz, era húngaro. Ingrid Bergman, quien desempeñó el papel de

Ilsa Lund, era sueca. Para viajar de Casablanca hacia Lisboa, se requería una visa de salida expedida por el Jefe de Policía, Capitán

Louis Renault, ( Claude Rains), la autoridad francesa local. La trama se articula alrededor de dos cartas de tránsito especiales, que por casualidad fueron encomendad­as al propietari­o del bar, Rick Blai

ne, ( Humphrey Bogart).

La actitud inicial de Blaine hacia el conflicto europeo fue la de mantenerse al margen, a semejanza de la que había sido la de Estados Unidos. El desarrollo de los acontecimi­entos le demuestra la imposibili­dad de mantener la neutralida­d frente al nazismo. Y lo obliga a escoger entre sentimient­os y deber. Lo que trastorna la relativa normalidad de la presencia Blaine en Casablanca es el ingreso al bar del héroe de la resistenci­a anti-Nazi, Victor Lasz

lo, ( Paul Henreid), con su esposa Ilsa Lund, de quien Blaine se había enamorado en París, antes de la llegada del ejército alemán. De allí la expresión de Blaine, Siempre tendremos a París, al darle la despedida a Ilsa en el aeropuerto de Casablanca ■

Casablanca terminó por convertirs­e en un fenómeno cinematogr­áfico singular, cuyo mensaje de honorabili­dad conserva toda su vigencia.

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